Se hablará mucho del libro Yo, Paco del periodista Mario Bardanca.
No se trata de una biografía de Francisco "Paco" Casal. No se cuenta cómo fue la infancia del dueño del fútbol, ni cuál fue su primera novia. La obra se centra en cómo dirigen el fútbol Casal y su empresa Tenfield. Es un “libro de opinión”, según se dice en la contratapa. Bardanca opta por escribir desde la oposición. Lo que podrían ser los aspectos positivos de la gestión de Casal no se exploran. El periodista, por ejemplo, no visita a esas familias que salieron de la pobreza gracias a Paco. El punto es apenas laudado con una frase: “Los incondicionales que lo rodean se llenan la boca repitiendo hasta el hartazgo que es el gran benefactor del fútbol”. El propio Casal le dice a Bardanca: “la plata que yo genero se invierte acá. Yo le hice ganar millones de dólares a mis jugadores y ellos después reinvierten en propiedades”. Un punto interesante que no es investigado.
Bardanca es sincero: no oculta su antagonismo con Casal y así escribe su libro. Pero pudo ahorrarse algunas expresiones que denotan un sesgo excesivo. A Sergio Gorzy lo nombra siempre como “empresario” y jamás dice que también es periodista. A la FIFA la llama “multinacional”. A Paco lo llama “el brasileño Casal”, porque nació en San Pablo donde apenas vivió siete meses. “Paco viene poco a su país de adopción”, dice Bardanca sobre la visitas de Casal a Uruguay. Decir que alguien que desde bebé vive en Uruguay es un “uruguayo adoptivo” suena a necedad y a rencor. Recordar una y otra vez que alguien es brasileño, sin que venga al caso y como si eso tuviera algo de malo, suena a racismo y xenofobia.
Una genialidad
El libro no agrega grandes revelaciones sobre Casal. Su mayor mérito es hacer una minuciosa recopilación de denuncias que estaban desperdigadas aquí y allá, y que los grandes medios han ocultado en forma sistemática. Bardanca recurre para ello a un valioso archivo al que le suma un buen número de entrevistas propias.
En el libro van apareciendo todos los escándalos del fútbol de los últimos años. Hugo De León cuenta que cuando era técnico de Nacional las citaciones de los jugadores de la selección las enviaba Tenfield. El ex presidente de Liverpool Fidel Russo cuenta como el futbolista Néstor Correa rechazó por consejo de Casal un pase por el que hubiera cobrado 200.000 dólares de prima y que le aseguraba un sueldo de 20.000 dólares durante tres años. Casal le ofrecía una mejor oferta que nunca llegó. El ex presidente de Bella Vista Rodolfo Echinope narra cómo Alejandro Lembo rechazó otra oferta por consejo de Paco. En una reunión en la casa de Lembo, la madre del futbolista se desesperaba. Una oportunidad así se da una vez en la vida, le decía a su hijo. Pero Lembo no oía la voz de su madre, sólo la de Paco.
Bardanca denuncia en su libro que mucha personas han sido proscritas por no aceptar los designios de Casal o de Tenfield. Como Fernando Morena, al que nadie contrata como técnico: “Cuando se iniciaba 2007, la flamante directiva de Central Español pretendió contratarlo, pero antes de cerrar cualquier acuerdo decidieron llamar a Tenfield para pedir la aprobación. Atilio Garrido atendió el teléfono; le bajó el pulgar”.
El libro muestra que todo el sistema se sostiene con la complicidad de los canales de televisión, que al principio se enfrentaron a Casal pero luego se asociaron con él. Según se relata, Carlos Muñoz y Alberto Kesman se integraron al programa Pasión, el principal de Tenfield, por una “directiva de sus empleadores, los dueños de los canales”.
Buena parte de la credibilidad del periodismo deportivo habría sido así dilapidada por los propios empresarios sólo para complacer a Casal. El autor comenta: “Una genialidad de Paco: montó el espectáculo, era dueño de los principales actores y pagaba los críticos”.
Bardanca cuenta que el propio Nelson Gutiérrez, principal de Tenfield, le confesó que al contratar a Muñoz y Kesman se pretendía también controlar la opinión de todos los periodistas de sus equipos: “Pensamos que ellos –por Muñoz y Kesman- les iban a bajar línea a ustedes”, le habría dicho Gutiérrez a Bardanca. Y también: “Queremos saber de qué lado estás, porque a los que están en contra les arrancamos la cabeza”.
En Canal 10, donde Bardanca trabajaba, “las críticas al sistema no eran toleradas. los intereses empresariales del canal –de los tres privados, el más cercano a Casal- trajeron aparejada la censura estricta y permanente”.
“La sociedad con Casal dejó de lado una ‘regla de oro’ en la comunicación: la libertad de expresión”.
Culpable de todo
Creer que la libertad de expresión dejó de ser la “regla de oro” en los canales privados cuando llegó Paco Casal es, cuanto menos, una ingenuidad de Bardanca. Y no es la única.
Bardanca también sostiene que si Peñarol expulsara a Paco de su registro social, le asestaría un golpe mortal: “Nada vulneraría más su vanidad, nada afectaría más su omnipotencia como la expulsión de los cuadros sociales del principal club de sus amores”.
Con esa visión naif de las cosas, Bardanca festeja la elección de “Enrique Espert como presidente de Daecpu”, la gremial de los dueños de conjuntos de Carnaval, actividad que Tenfield también televisa. “Ahora se negocia en pie de igualdad”, celebra. Sobre Espert nos dice que es un “recio competidor de Paco en la venta de futbolistas” y nada más.
Casal aparece como el responsable de todos los males. Incluso el comienzo de la decadencia histórica del fútbol uruguayo se sitúa en la llegada de Paco. “Desde que Francisco Casal desarrolló su control hegemónico, el fútbol uruguayo cayó en picada. A partir de los años noventa, Uruguay no volvió a ganar, salvo la Copa América en la que fue anfitrión”.
En ese y otros temas, Bardanca simplifica demasiado, omite muchos elementos, adolece de contexto. Nunca se menciona, por ejemplo, que el de Casal no es el único monopolio existente en Uruguay, sino que todo el país está edificado sobre decenas de monopolios y oligopolios, privados y también públicos. Sobre la pasividad del gobierno del Frente Amplio ante el dueño del fútbol, Bardanca se pregunta: “¿Será que no se involucran porque Paco colaboró con algún sector de la coalición en la campaña electoral?”.
Pero el tema no se desarrolla y la pregunta queda sin respuesta.
Los gozos de Casal
Lo mejor del libro es la charla de ocho horas entre investigador e investigado en la que emerge un vívido retrato de Paco Casal.
En la charla, Casal justifica todo su accionar en defensa de los derechos de los futbolistas, explotados en beneficio de dirigentes y periodistas. La lucha de clases según Paco Casal.
“Héber Pinto, Kesman, Da Silveira, hace cuarenta años que veranean en Punta de Este. Tuve que aparecer yo para que el jugador de fútbol pueda hacerlo”, dice Casal (el libro no aclara que Pinto falleció en 2006). En otro pasaje dice: “Yo voy a terminar con los dirigentes de Carrasco”. Y también: “Los Damiani, los Del Campo... me piden fortunas y pagan miserias”.
Bardanca da cuenta de muchas veces que Casal irrumpió, con permiso o sin él, en lugares a los que nadie lo había invitado: la asamblea de la AUF, la concentración de la selección, la directiva de Peñarol. Paco no necesita que lo inviten. Él entra y listo. ¿Acaso no es el dueño?
En una reunión de la directiva de Peñarol, Casal se molestó porque el anciano presidente del club criticaba a sus jugadores, y entonces lo golpeó. “Yo una vez le pegué una cachetada a Damiani”, le cuenta con aparente orgullo a Bardanca. “Estaba el finado Goldie, el finado Espino, el finado Errico. Estaba Domínguez (...) Damiani se sentaba en la cabecera de la mesa del Consejo y yo al costado. Empezó a putear a los jugadores y no banqué... lo cacé y le encajé un cachetazo (...) Quedó enterrado en la silla”.
Paco puede porque es el dueño del dinero. “Yo soy el tipo más rico del Uruguay. El que me sigue más cerca, no sé, debe ser el ‘Coco’ Zeinal... y para alcanzarme le deben faltar 150 ó 200 millones”, dice en la entrevista.
También es el dueño los medios. Le dice a Bardanca que tiene que abandonar el “mesianismo” para volver a la televisión abierta (¡lo más increíble es que Bardanca le contesta!). Afirma que va comprar Canal 12. Que le bastaría una llamada para que echaran a Ricardo Gabito de sus empleos. Que cuando estuvo peleado con los canales privados, éstos enviaron a sus principales periodistas como emisarios. “Kesman, Muñoz y Da Silveira fueron (...) y me dijeron que si yo les sacaba los goles a los canales privados me iba a ir mal. Los eché. Los mandé a la c... de la madre”. Luego cuenta que negoció con los canales, los hizo sus socios y contrató a los periodistas que habían sido sus opositores. Se los metió a todos en el bolsillo. “Esos son los ‘polvos morales’ que más disfruto”, le explica a Bardanca.
Y de esos ha tenido muchos, según cuenta. En un momento Bardanca le dice que no entiende cómo pudo reconciliarse con Damiani y hasta sacarse una foto con él. Casal lo interrumpe: “Pero vos no entendés nada (...) no te das cuenta de que en esa foto yo me lo estoy...”
Y luego agrega, por si no quedó claro: “¡Esos son los polvos de los que yo te hablo!”. El sexo según Paco Casal.
Hay mucho goce en su vida. Hay mucha gente dispuesta a satisfacerlo: empresarios y periodistas de pacotilla, políticos distraídos, dirigentes que se dejan sopapear, futbolistas que depositan el cerebro y el alma en consignación en la sede de Tenfield.
Paco Casal es el dueño del Uruguay, o al menos así se siente. “Yo hago un acto en la plaza Lafone y convoco más gente que Tabaré Vázquez”, dice.
Los políticos le temen. Los canales de televisión se arrodillan delante suyo. Ya fue condecorado en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Palacio Legislativo. “Gracias Paco”, se leyó en el tablero del estadio Centenario.
No tenemos monarquía, pero tenemos rey.
Cada país tiene el rey que se merece.
Y viceversa.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, 5 de octubre de 2007
Grande, Leo!
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