Las denuncias contra el hermano del vicepresidente Nin Novoa revivieron la acusación de que la prensa hace una oposición salvaje al gobierno del Frente Amplio. Pero no es cierto.
La mayor parte del periodismo es oficialista, como siempre desde 1973.
Durante la dictadura el oficialismo era impuesto: no serlo implicaba censura, clausuras, la cárcel y la amenaza de la tortura.
Durante los gobiernos de los partidos tradicionales que siguieron a la reapertura democrática, el oficialismo se debió a muchos empresarios de la comunicación, aliados de los partidos Colorado y Blanco, que “protegían” al gobernante de turno, minimizaban cualquier escándalo que pudiera afectarlo, ocultaban información y presionaban a sus periodistas para que no revolvieran demasiado.
Pero ahora gobierna el Frente Amplio y el oficialismo sigue. Curioso destino el del periodismo uruguayo.
Hoy hay una buena cantidad de medios que se asumen del Frente Amplio, y se les nota. Mientras tanto, a los grandes medios no les resulta fácil pasar a ejercer el periodismo en serio después de décadas de oficialismo más o menos recalcitrante.
Aún si quisieran, la mayor parte de las empresas periodísticas no tienen los recursos necesarios para buscar información de calidad que de verdad pueda cuestionar a un gobierno. Esas redacciones pequeñas, mal pagas, donde la mayoría son casi adolescentes, ¿pueden de verdad investigar los negociados turbios de un gobierno?
No, no pueden.
La mayor parte de los dueños de los medios no están interesados en invertir en mejor periodismo. Han vivido bien siendo oficialistas, ¿para qué cambiar? Un equipo capaz de investigar hoy a un gobierno sale caro y puede molestar mañana a una empresa que pone avisos. Puede generar problemas con UTE, Antel y Ancap. En los medios existe pavor a perder la publicidad de las empresas públicas. Ya lo dijo Visillac, el que se porta mal pierde los avisos.
Además, ha habido un cambio generacional. Los periodistas formados en la dictadura ya no están. Eso es bueno, porque los nuevos cronistas ya no creen que el periodismo sea ponerle el micrófono delante al gobernante de turno.
Pero, a su vez, un alto porcentaje de estos jóvenes periodistas son adherentes al Frente Amplio. Y aunque seguramente se esfuerzan por hacer bien su trabajo, piensan, razonan, preguntan y hablan como frenteamplistas. Por eso se indignaban con el clientelismo de los colorados pero ahora no les dice nada que el Frente Amplio coloque a miles y miles de nuevos funcionarios públicos. Por eso les parece correcto usar “la izquierda” como sinónimo de Frente Amplio (¿y Zabalza?, ¿y el Partido Independiente?, ¿y Juan Andrés Ramírez que insiste en considerarse una persona de izquierda?). Por eso les parece una verdad evidente que éste es el primer “gobierno progresista”, aunque haya muchos motivos –históricos y actuales- como para dudarlo. Nuestros gobernantes adoran a estos jóvenes periodistas. Mujica nunca les pedirá que no sean “nabos”.
No hay prueba más flagrante del oficialismo del periodismo que el modo en que reproduce el lenguaje publicitario del gobierno. Un buen ejemplo es el de la reforma tributaria. Lo que sin duda es un impuesto a los ingresos y no a la renta, es llamado “impuesto a la renta” por todos los medios porque así lo decidió el gobierno. No es algo muy distinto a lo que pasaba en los tiempos de “adelante Asadur desde Casa de Gobierno”.
Cuando la reforma tributaria comenzó a ser criticada en sus flancos más obvios (se considera “ricos” a quienes apenas ganan 15.000 pesos, no se permiten las deducciones que debería admitir un verdadero impuesto a la renta, paga lo mismo un joven soltero que quien mantiene a su pareja desempleada), buena parte de los periodistas (y los humoristas) oficialistas acallaron todo debate repitiendo el eslogan acuñado desde el gobierno: se quejan los ricos porque ahora pagan más.
Adelante, Asadur, te escuchamos.
Poco después de presentar la reforma impositiva, el equipo económico hablaba de que había que esperar tres años para modificarla. Luego el propio presidente Vázquez dijo que ésta no era la reforma tributaria que el gobierno quería. Ahora Astori anuncia que la modificará dentro de seis meses. Es decir, el periodismo uruguayo ha batido su propio récord: ahora es más oficialista que el propio gobierno. Ni siquiera Asadur, con los sables militares agitándose sobre su cabeza, llegó tan lejos.
Eso sí. Algunos medios exhiben sus discrepancias con el gobierno con toneladas de opinión. Pero eso no cuenta, no influye, porque el público está aburrido de tanta opinión. Los miles de editoriales que el diario El País escribió durante años y años, todos los días, contra el Frente Amplio no hicieron otra cosa que alfombrar el camino hacia la victoria de Tabaré Vázquez. Lo que cuenta es la información, y eso es lo que le falta al periodismo uruguayo para dejar de ser oficialista, por decisión u omisión.
No hay que engañarse: en el caso Nin Novoa el periodismo no investigó nada. Apenas ofició de correa de transmisión de una denuncia de unos políticos oficialistas contra otros políticos oficialistas. ¿No es esa otra forma de oficialismo?
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, viernes 14 de diciembre de 2007, y en Montevideo.com