30.7.12

Algunos pasajes de Relato Oculto: las desmemorias de Víctor Hugo Morales

Salidas nocturnas


El relator también visitaba el cuartel cuando se organizaban reuniones sociales y veladas de gala para escuchar a algún cantante. A veces llegaban al batallón Florida cantantes de fama de Argentina. Ahí cantó Roberto Goyeneche, dijo Grosso. Y Enrique Dumas era una visita recurrente. Existen fotos y grabaciones que lo atestiguan. De esas veladas participaba Crespo, el dueño de la cantina Mario y Alberto, que hacía la comida, y también amistades civiles de los militares.
“El petiso Crespo hacía unos capeletis a la Caruso que ni te cuento”, relató el excomandante Rosales. “Y Dumas venía muy seguido, con su pianista. Nosotros lo íbamos a buscar al aeropuerto. Después –agregó– se hacía una cadena de llamados por teléfono para que todos los amigos vinieran. Después de la actuación en el cuartel todos salíamos para la tanguería La Cumparsita. Víctor Hugo venía siempre con nosotros”.
Para los oficiales más jóvenes, como Rosales, Pla y Beneditto, aquellas salidas nocturnas a la tanguería eran un clavo. “Nos acostábamos tardísimo, y al otro día teníamos que madrugar como siempre. Apenas dormíamos un par de horas. ¡Y el tango no era nuestra música preferida!”
Pero nadie podía fallar. “Aquello era una barra de amigos, y si se salía de noche había que estar".

Despedida del mayor Grosso


“Luego Ximena volvió a tomar el micrófono y anunció: “Llegó el momento de tener que presentarles a alguien muy conocido, un conspicuo amigo de todos los integrantes del batallón Florida, y muy especialmente del mayor Juan Carlos Grosso. Es Víctor Hugo Morales, que nos va a dirigir unas palabras”.
Ximena y el conspicuo amigo del batallón intercambiaron saludos:
–Mucho guuusto.
–Muchas graacias.
Luego el relator tomó el micrófono. Hay una foto que lo muestra de pie, en pleno discurso; detrás de él, en la pared que hace de fondo de la imagen, aparecen dos cuadros de temática militar.
La voz de Víctor Hugo suena inconfundible en los viejos casetes que el coronel retirado Grosso tuvo en un cajón durante más de 30 años. El periodista que le juró a Ramón Mérica, por lo que más quería en el mundo, que nunca había tenido agendado el teléfono de un militar, comenzó su discurso con el verso inmortalizado por el cantautor Alberto Cortez:

“Cuando un amigo se va queda un espacio vacío. Mayor Grosso: no lo podrá llenar la presencia de otro amigo. Me gustaría poder dedicarle, como los artistas, canciones o poemas [...][1] que no sabe hacer cosas artísticas. Igualmente quiero dirigir unas palabras para quien, en muchas oportunidades, yo sé que es algo que le tiene que haber pasado a muchos de los presentes, cuando he tenido algún problema o alguna dificultad –humana, profesional, familiar– ha estado a través del teléfono o de su propia presencia personal para decirme qué necesitás, qué te hace falta, en qué te puedo ayudar. Esa es simplemente una de las tantas facetas del mayor Grosso.
Me imagino que el comandante Sequeira y todos los amigos del batallón Florida dejarán muy listo su escritorio, dejarán muy pronta la canchita de básquetbol donde tantas veces, tantas mañanas, nos entreveramos en picados inolvidables, que ahora se nos van a hacer todavía más gratas en el recuerdo porque no estará presente quien no solamente desparramaba una calidad humana excepcional, sino también algunas buenas condiciones futbolísticas. Yo, que no estoy acostumbrado al halago, puedo decirlo. ¡Mayor Grosso! El deseo de todos los que estamos aquí, el deseo de los que no han podido venir, es que en la India, allá muy lejos, sepa que nos quedamos todos esperándolo, con los brazos abiertos, para preguntarle cómo le fue, convencidos de que le va a ir muy bien, convencidos de que va a hacer una muy linda experiencia para después repartirla entre todos nosotros y para beneficio del país. Le entrego un gran abrazo, todo el cariño de todos nosotros, le digo que le vaya muy bien, y que la vuelta será todavía más linda, porque en este año, todo lo que lo vamos a recordar nos permitirá ir acumulando ese cariño que se ha sabido ganar hasta este día. ¡Suerte mayor Grosso!”
[1] La grabación tiene aquí un pequeño salto.

Comandante en jefe Jorge Rosales

(El hoy general retirado Jorge ) Rosales fue enviado en 1978 a hacer un curso a Brasil y desde entonces nunca más habló con Víctor Hugo Morales.
“Nunca más tuve ningún contacto con él. Todos estos recuerdos duelen muchísimo, porque uno se entregó a una relación de verdadera amistad, que ahora parece que de su parte no era tal. Lo que me rebela es que haya hecho un uso tan torcido. Cuando uno recuerda toda aquella época y la compara con lo que Víctor Hugo dice hoy, uno siente dentro que algo se rebela. Él nos usó”.
Rosales cuenta que Víctor Hugo nunca lo volvió a contactar, tampoco cuando asumió como comandante. "Si me hubiera llamado, no sé si lo hubiera atendido. Pero si lo hubiera hecho, si volviera a hablar con él alguna vez más, sería solo para preguntarle por qué hizo todo lo que hizo".

Mundial 78, Mundial 1978, Víctor Hugo Morales
. Mundocolor, 26 de junio de 1978.

Mundial '78


En concordancia con tales antecedentes, Víctor Hugo celebró con fervor a los organizadores militares de la Copa del Mundo de Argentina, por haber dejado de lado a la tradicional dirigencia deportiva del país.
 “Nuestros vecinos hicieron nada menos que un mundial y en el futuro servirá como modelo de organización el esquema, la infraestructura y hasta el espíritu de los argentinos. Como broche de oro a tan destacado proceso, bien respaldados desde arriba, sus jugadores y Menotti pudieron trabajar como quisieron para ganar finalmente el campeonato. Nombres desconocidos hasta ahora como los de (el general Antonio) Merlo y (el vicealmirante Carlos Alberto) Lacoste, sustituyeron a los eternos mandamases de siempre[1]”.
[1] Mundocolor, 4 de julio de 1978.

 
 
 
 

La AUF lo suspende, la dictadura lo rehabilita


Esa misma jornada, El Día publicó unas breves declaraciones del comandante en jefe de la Armada, el inefable vicealmirante Hugo Márquez [1], explicando por qué se había obligado a la AUF a dar marcha atrás en su sanción a Paullier y Víctor Hugo Morales.
Márquez señaló que en nuestro país ese tipo de resoluciones o prohibiciones corresponden a las autoridades nacionales [2].
En otras palabras: somos nosotros los que podemos prohibirle a alguien trabajar, pero nadie más puede.
No hacía falta que lo dijera: todo el país lo sabía.
El País también reprodujo declaraciones del vicealmirante Márquez:  “Siempre se acusa a los militares [de] querer limitar la libertad de expresión pero fueron los civiles los que limitaron a estos periodistas. Ahora es el gobierno cívico-militar el que les permite hacer uso de ese derecho consagrado en la Constitución”[3].
Víctor Hugo Morales, mientras tanto, comentó la decisión de Aparicio Méndez y los comandantes de las Fuerzas Armadas en un artículo que publicó el 20 de julio en Mundocolor.
Ante la decisión del gobierno dictatorial, Víctor Hugo –según escribió– sintió vergüenza. Pero no por haber obtenido el amparo de un gobierno que violaba todos los derechos que él mismo invocaba para relatar.
“Sentí una cierta vergüenza por haber distraído [a] nuestros gobernantes en un tema infinitamente menor al que les ocupa día a día”, escribió sin pudor.
 Y agregó:

“El gobierno nacional no me ha condecorado, ni respaldado. Debió actuar muy por encima de eso [...] Sería veleidoso suponer que conocen mis crónicas. Por eso las felicitaciones están de más, son casi absurdas. Yo no fui respaldado en mi prédica. Apenas (pero eso sí, grandemente) fui defendido en los mismos derechos que usted goza…[4]”.
¡Los mismos derechos que usted goza!

[1]Entre otros aspectos menos pintorescos de su trayectoria, la leyenda popular le atribuye al vicealmirante Márquez el haber dicho cierta vez que Uruguay se hallaba al borde del precipicio, pero gracias a la intervención militar había dado un paso adelante. También, que el gobierno castrense le había dado al país un giro de 360 grados.
[2] El Día, 20 de julio de 1978.
[3] El Día, 20 de julio de 1978.
[4] Mundocolor. Reproducido en El Intruso, pp 278-282.

Lea la contratapa del libro escrita por Jorge Lanata.
Comentarios de la crítica y entrevistas a los autores.

1 comentario:

  1. Con haber leído su libro 'El Intruso' y observar como habla de sus colegas, uno ya se da cuenta que clase de persona es VHM. Nunca entendí el sitio casi de eminencia que le daban a este parlanchín en Argentina. Es un fantoche.

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