Uno
--¡Está muerta! ¡Está muerta!
Es sábado a primera hora de la tarde y el sol del verano cae pesadamente sobre Montevideo. Una joven pareja está detenida frente a una de las piscinas del zoológico de Villa Dolores. La piscina no tiene agua. En su lecho, una pequeña foca se achicharra bajo el sol. Está quieta, dura, inmóvil, tirada arriba de un montón de hojas secas de eucalipto. Efectivamente parece muerta. La piscina, además de vacía está despintada, rajada y sucia, la falta de agua permite ver mejor sus miserias. El animal continúa sin moverse. Quizás no sea foca y sea un pequeño lobo de mar: como en tantos otros lugares del zoológico, no hay ningún cartel que indique de qué animal se trata.
--¡Está muerta! ¡Está muerta!, insiste la chica.
El muchacho va en busca de auxilio.
Por fin encuentra a uno de los empleados del zoológico, sentado, tomando el sol.
--Ahí hay una foca que se quedó sin agua, parece que está enferma o muerta.
--No está muerta, está bien.
--Pero no tiene agua, con este calor se va a morir...
--No, no se muere. Aguanta.
--¿Y por qué no tiene agua?
--Le están cambiando el agua a la piscina...
--¿Y cuánto va a demorar en tener agua?
--¡Ah! Demora... es grande la piscina.
--¿Cuánto? ¿De noche va a tener agua?
--No, hasta mañana no.
--¿Va a tener que esperar un día?
--Más o menos, por ahí. Pero mire que aguanta.
Ocurrió el sábado 30 de diciembre. El animal que se achicharraba al sol no era una foca ni un lobo de mar autóctono. Era una especie de lobo marino propio de las heladas aguas antárticas. No es de extrañar que pareciera muerto bajo el calcinante sol de la piscina vacía.
Dos
Uno de las primeras cosas que Tabaré Vázquez hizo cuando asumió como intendente, en 1990, fue ir al zoológico. Vázquez hizo una visita sorpresa y constató que más de la mitad de los funcionarios había faltado sin aviso, incluyendo a los 13 veterinarios de entonces. Vázquez se quitó el saco y la corbata y atendió a la elefanta. Fue todo un gesto: el nuevo intendente quiso decir que su administración no toleraría la decadencia del zoológico y el descuido de sus animales. Han pasado 11 años. Pasó toda la administración de Vázquez. Pasó todo el primer gobierno de su sucesor Mariano Arana. Y ya ha comenzado otro. Y la decadencia del zoológico no sólo no se detuvo sino que llegó a límites dolorosos.
Quien dude de esta afirmación puede ir y verlo con sus propios ojos. La entrada vale apenas ocho pesos, pero quizás el lector no tenga que pagarla.
A este cronista, 11 años después, le pasó lo mismo que a Vázquez. Llegó hasta la puerta del zoológico y no había nadie en la boletería. Tampoco en la entrada. El zoológico estaba abierto y había un gran cartel que decía: "Entrada 8 pesos". Pero no había nadie que la cobrara ni nadie que controlara la puerta.
Seguro que los funcionarios tenían algo importante que hacer.
Sábado 30 de diciembre del 2000, tres de la tarde.
Tres
Hoy el zoológico está dirigido por un interventor, Walter Cortazzo. El intendente Arana tomó la decisión de intervenirlo en noviembre, luego que varios ediles de la oposición denunciaron que el parque y sus animales estaban al borde de colapsar debido al grado de abandono reinante.
El edil nacionalista Osvaldo Abi Saab señaló entonces que existían jaulas en estado ruinoso, falta de limpieza y mantenimiento, sectores invadidos por los yuyos y las ratas, peligro para los visitantes debido a la existencia de alambrados rotos, focos de aguas servidas. También dijo que solía no haber funcionarios en la boletería y en la entrada.
A su vez, los trabajadores del zoológico nucleados en el sindicato Adeom denunciaron que los animales habían pasado ocho días sin comida. "Existe insensibilidad con los animales", dijo en noviembre Abi Saab.
La directora de entonces, Araceli Paleo, no concurría a su trabajo desde hacía varios meses en usufructo de una licencia por enfermedad. Arana decidió removerla del cargo. El intendente creó una comisión integrada por representantes de la Intendencia y técnicos universitarios para hacer un proyecto de reestructura total. Y nombró interventor a Cortazzo para que rescatara al zoológico de su degradación.
Cuatro
Viernes 5 de enero, 11 de la mañana. Le están dando de comer a los animales. Hay algunos funcionarios que reparten la comida con evidente cariño; otros la tiran como si fueran piedras.
Están esquilando una oveja criolla en medio de uno de los senderos. "¿Pasa algo?", pregunta prepotente el empleado municipal cuando alguien se acerca a mirar.
Sí, pasan varias cosas. Hay unos papagayos con un cartel que dicen que son palomas. Hay una rata comiéndole la comida al jabalí. Sale de un caño, corre, llega hasta donde hay unas zanahorias, agarra algo y vuelve corriendo a su caño. Repite la operación cada dos o tres minutos, a plena luz del día. Hay una caja de pescado tirada desde hace una semana en el estanque de patos y cisnes. El agua está muy sucia. Hay hojas y ramas tiradas en el suelo desde el temporal del 26 de diciembre. Hay bolsas de portland, nylon y pedazos de bloques tirados en los senderos. Hay que cortar el pasto. La puerta del cerco que rodea la jaula de los leopardos está abierta, cualquier niño puede llegar hasta las rejas y tratar de acariciar a las fieras. Hay una especie de perro que llora. No tiene cartel así que no se puede saber exactamente qué es. Parece un lobo, pero está rengo y tan flaco que parece que cualquier perro de barrio le puede dar una paliza. El interventor explicaría luego que es una loba vieja. Está encerrada en una jaula diminuta, de dos por dos. Se le notan los huesos. Está sola. Va de un lado a otro y llora. Se queda quieta en un rincón y llora. Se para otra vez. Llora.
Cinco
Jueves 4 de enero, 18 horas. Hace dos meses que Walter Cortazzo asumió como interventor del zoológico. "El intendente me pidió que comenzara a trabajar para recuperar el parque, que está muy deteriorado. Vine a aprender, pero soy parte del gobierno municipal. No me voy a fijar objetivos imposibles, pero la responsabilidad que me ha dado la intendencia voy a llevarla a cabo. Voy a recuperar el parque: esto es algo que se merecen los montevideanos, es responsabilidad de la Intendencia de Montevideo y es posible hacerlo".
Cortazzo dice que está trabajando en dos planos: uno a largo plazo, con la comisión que ya elaboró un anteproyecto para reformular el zoológico. Pero pasarán años antes de que ese proyecto pueda ser realidad. Así que su trabajo en lo inmediato es hacer que este zoológico recupere su dignidad largamente perdida.
"Estoy tratando de ver cómo son las cosas, las relaciones con los funcionarios. Va a llevar un tiempo y no será fácil. Como se puede ver, hay muchos lugares donde hace mucho tiempo no se realiza ningún tipo de mantenimiento. Acá parecería que no ha habido ninguna planificación, que no hubo conciencia de la importancia que este lugar tiene para la ciudad".
Seis
"En los últimos cuatro años, el zoológico ha cambiado cinco veces de director y ha sido cerrado tres veces por cuestiones graves", recuerda Abi Saab. En ese lapso se constató la muerte de patos, ñandúes y cisnes de cuello negro devorados por las ratas, una ñiña fue ataca por un mono, desaparecieron animales y la tigresa murió tras un desigual combate contra dos leones: fue un acto de sabotaje criminal, alguien abrió deliberadamente la reja que separaba a las fieras.
"Los directores se sucedieron --continúa el edil--pero nunca hubo una mejora ni una solución. Es un lugar que es visitado por un millón de personas al año, el paseo más visitado de todo el país. Vienen todas las escuelas, los liceos, pero cualquiera ve que no es un lugar adecuado para recibir visitas".
Es cierto: además del espectáculo deprimente que ofrecen los animales encerrados en condiciones indecorosas, en el zoológico faltan los bancos, no hay bebederos ni lugares donde arrojar los residuos, no hay donde comprar un refresco ni donde sentarse a tomarlo o a descansar.
El lugar destinado a ser parador está ocupado desde hace años por la Sociedad de Acuaristas, una institución privada que allí tiene sus peceras. El público, que perdió el parador, no gana nada con que los acuaristas estén allí: el lugar permanece cerrado a las visitas con gruesos candados.
Cortazzo reconoce que allí tiene otro problema. "Un padre que recorrió todo el parque llevando a sus niños y quiere sentarse a descansar unos minutos no puede, no tiene dónde. Si quiere comprar una coca cola, tiene que salir afuera del zoológico".
Siete
La escena se repite decenas de veces por día, siempre igual. Los niños arrastran a los padres hasta el rincón donde están las jaulas de los osos. Cuando llegan frente a las rejas, los niños señalan a los animales:
--Mirá papá, papá. ¡Los osos!
La inmensa mayoría de los padres y las madres se quedan invariablemente unos segundos en silencio: intentan asimilar lo que están viendo. Después, cuando recuperan la voz, le responden a sus hijos, hablando bajito:
--Pobres osos.
Ocho
El interventor informa que las ratas dejaron de ser un problema grave. "Ahora hay pocas", dice.
Pero las ratas se ven a plena luz del día, robándole la comida a los huéspedes del zoológico. Uno se pregunta cómo será de noche.
De todos modos, los animales de Villa Dolores mueren por causas más fáciles de prever y de combatir que los ataques de las ratas.
El temporal del 26 de diciembre dejó un reguero de muertes de animales aplastados por el granizo. "La tormenta nos mató cuatro espátulas rosadas, varias garzas y un lobito de río. Los mató el granizo. Eran animales nuevos en el zoológico, recién habían venido de Tacuarembó y todavía no se habían acostumbrado, no supieron encontrar refugio cuando empezó a granizar", explicó Cortazzo.
Peor todavía: días después otros animales murieron al explotarle literalmente el corazón debido al excesivo calor.
"El jueves 4 se nos murieron tres ovejas criollas. Estaban sin esquilar, con toda la lana, y cuando les hicimos la autopsia resultó que habían tenido un infarto: no habían aguantado el calor y se murieron. Según me dijeron, hasta ahora las ovejas no eran esquiladas en verano porque nunca había pasado nada", afirmó Cortazzo.
Usando el lenguaje de los empleados del zoológico: hasta este verano las ovejas sufrían, pero "aguantaban".
Tras la autopsia, Cortazzo mandó esquilar a las ovejas criollas sobrevivientes. Ahora mismo están esquilando una.
"¿Pasa algo?", pregunta prepotente el funcionario.
NueveLo que pasa, según el edil Abi Saab, es que "la Intendencia no ha sabido cómo hacer trabajar a los funcionarios. Algunos transpiran la camiseta, pero otros no".
Uno de los integrantes de la comisión que está proyectando el zoo del futuro, fue más drástico aun: "esto está en un estado lamentable porque es la Siberia de la Intendencia. Todo el que no sirve, lo mandan aquí".
Pero el interventor Cortazzo es cuidadoso cuando se le pregunta por sus funcionarios:
--Suele decirse que los funcionarios del zoológico no sirven, que son todos los que han sido descartados por otras dependencias de la Intendencia. ¿Usted está de acuerdo?
--Esa es una opinión generalizada, pero yo todavía no sé... yo no comulgo con la idea de que las cosas no se pueden cambiar. Yo he visto funcionarios que son muy buenos cuidando animales y otros que no. En el caso de los que no están preparados, ahora van a tener que hacer cursos para capacitarse como deben. Si son necesarias observaciones fuertes se harán. Si los cursos tienen que generalizarse, también se hará. Pero yo creo que el zoológico se puede recuperar con sus actuales trabajadores.
--Usted defiende la capacidad de los funcionarios. Eso hace pensar que los principales responsables del deterioro fueron los últimos directores.
--Es probable. No sé qué circunstancias impidieron que ellos hicieran bien las cosas.
DiezFelipe lleva más de 21 años encerrado en una celda muy pequeña, en la que apenas puede moverse. Con apenas dar unos pasos, llega de un extremo a otro. Felipe es inocente de todo crimen o pecado, pero la vida se la ha ido tras las rejas. Tiene 22 años y está en Villa Dolores desde los seis meses. Es uno de los tres osos del zoológico. Felipe, el oso baribal; Gallega, la osa parda y el oso tibetano, que no tiene nombre.
Cada uno tiene su jaula, las tres diminutas, desaseadas, despintadas, deprimentes. Cada una con su pileta, sucia, apretada, en la que apenas cabe el cuerpo del animal. Verlos da pena. "Ese es el comentario generalizado", reconoce Cortazzo.
Por algún extraño motivo, las jaulas de los osos son una de las pocas en todo el zoológico que tienen un cartel indicando la especie a la que pertenece el animal y algunas de sus características. Pero cuando uno lee lo que dicen los carteles de Felipe, Gallega y el oso tibetano, preferiría que no existieran.
Once
El sindicato Adeom responsabiliza de la decadencia de Villa Dolores a los intendentes: "La responsabilidad es política, es de la cabeza. Si las cosas no se hacen bien, ellos tiene la responsabilidad de corregirlas", señaló el dirigente Hugo Belli.
La última directora antes de la intervención, Araceli Paleo es ahora la subdirectora de la Escuela de Jardinería de la Intendencia. Fue imposible ubicarla para que explicara cómo su gestión desembocó en la actual crisis.
"Ella salió, se fue a la Intendencia, al centro, a hacer unos trámites para ella. Hoy no vuelve", dijo un día uno de sus funcionarios.
Otro día, el teléfono de la Escuela de Jardinería daba siempre "fuera de servicio", desde primera hora de la mañana hasta última la tarde. De mañana, también el teléfono del vecino Jardín Botánico daba "fuera de servicio". Pero pasado el mediodía alguien atendió allí.
--¿No sabe qué pasa con la Escuela de Jardinería que el teléfono da siempre "fuera de servicio?"
--Lo que pasa es que hoy tuvimos paro y asamblea hasta las 12. Descolgaron el teléfono y no deben haberlo vuelto a colgar.
Por fin un día, a las 10 de la mañana, una funcionaria atendió el teléfono en la Escuela de Jardinería. "La subdirectora no va a llegar hasta las 10 y media, pero deje su mensaje".
--Queremos hablar con ella sobre su gestión en el zoológico.
Araceli Paleo nunca respondió la llamada.
DoceEl zoológico tiene 90 funcionarios: 12 oficinistas (cantidad que parece más que suficiente para que siempre haya alguien en la boletería), cuatro maestros, cinco veterinarios y el resto obreros (cuidadores, carpinteros, herreros). "Quizás sí sea algo desproporcionada la cantidad de administrativos", admite Cortazzo.
Es tarde de sábado y hay muchos funcionarios, pero ninguno barre, corta el pasto o pinta las jaulas, todo lo que haría mucha falta. "Los que trabajan de tarde se dedican a la vigilancia", explica el interventor.
Varios de los empleados municipales están sentados en los bancos, tomando el sol, dejando que el tiempo pase. Ahora uno de ellos y el vendedor de pop mueven juntos el banco ubicado en la puerta del reptilario para ubicarlo bien bajo el sol:
--Parece que no, pero está fresco, che.
TreceQue fresco ni fresco, podría decir Gallega, si hablara. Porque el habitat propio de Gallega es la nieve y no este verano tropical, explica el cartel que la osa parda tiene frente a su celda. El letrero también dice que los osos pardos son muy amantes del agua y Gallega tiene apenas su mísera pileta. Agrega que los osos pardos son "fuertemente monógamos" y Gallega está sola.
El oso tibetano también debe sufrir mucho. Su cartel dice que come pescado, pero le dan pan y manzanas. Agrega que "sus cualidades para escalar y nadar son notables". Pero en su celda no hay nada que pueda escalarse --ni siquiera un tronco viejo-- ni tiene donde nadar tampoco.
Felipe también debe sufrir mucho. Su cartel dice que "es muy juguetón". Pero Felipe vive solo y en su jaula no hay nada --ni un tronco, ni una pelota, ni un palo o una rama. No tiene nadie ni nada para jugar.
Felipe se acerca a la reja y saca sus manos para afuera. Un niño grita:
--Mirá, mamá, ¡el oso!
La madre se queda callada unos segundos y luego con cara de tristeza murmura:
--Pobre oso...
Catorce
"Sí, nos hacen falta juegos. Todos los animales juegan, ahora pusimos una persona que está estudiando cuáles son los juegos mas adecuados para cada especie", reconoce Cortazo.
El interventor admite que existen muchas situaciones a corregir, reconoce su gravedad, pero pide tiempo y reclama que la prensa vuelva regularmente al zoológico para ver cómo van las cosas. "Estamos tratando de ir mejorando la situación de los animales, pero no se puede hacer todo a la vez. Comida no les falta. Y ya se notan algunas mejoras, estamos recuperando la estatuaria. Pintamos el cubo de la entrada. No sé hace cuántos años que no lo pintaban, era todo una mugre..."
Antes de despedirse el interventor señala un banco de plaza, ubicado cerca de la entrada. Está recién pintado y luce espectacular al lado de los bancos vecinos, que están decrépitos. "Mire ese banco cómo quedó. Yo sé que es poco, que con esto todavía no demuestro nada. Pero sí demuestro una cosa: que es posible mejorar el zoológico y que es posible hacerlo con sus trabajadores".
Salgo. Ahora hay un empleado en la boletería.
Me gustaría saber qué piensan Felipe, Gallega, la loba que llora y las ovejas criollas de todo esto.
Sí, las ovejas sobrevivientes, claro.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el suplemento Qué Pasa, del diario El País, el 20 de enero de 2001.
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