El Che Guevara llegó a Uruguay el 2 de agosto de 1961, cuando caía la banda del “Mincho” Martincorena. Venía para participar participar de la asamblea de Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) en Punta del Este. Era el ministro de Industria de Cuba.
En 1997, cuando trabajaba en la revista Tres, revisé la prensa entera para reconstruir aquella visita del Che. Lo que encontré (se publicó el 9 de mayo de ese año) fue sorprendente.
Guevara llegó a Uruguay junto con Dick Farney pero, a diferencia de lo ocurrido con “el astro de la canción brasileña”, los diarios grandes no informaron de su llegada.
Recién dos días después El País escribió: “las convenciones internacionales nos obligarán a recibir por unos días, en tierras de Artigas, a esa excrecencia”.
El Día dio la noticia el 12 de agosto, cuando el CIES ya había empezado a sesionar: “Arribó al país, el pasado 2 de agosto, uno de los principales verdugos del pueblo cubano (...) Esta fiera ensangrentada, cuya crueldad sufre todo un pueblo amigo, no bien llegó a Punta del Este, se instaló en una residencia reservada al estilo de un Hitler, un Mussolini, un Kruschev”.
La presencia del Che provocó un enorme entusiasmo en la juventud izquierdista. Un grupo de muchachos se fue caminando desde Montevideo a Punta del Este sólo para verlo. El hoy actor Pepe Vázquez era uno de ellos.
La conferencia del CIES se inauguró el 4 de agosto y el periodista Walter Arias Zunino describió así en El Día la presencia del Che: “Con un gesto hasta de burla, siguió desde el palco los acontecimientos en una posición indolente, escudado y agasajado por los esbirros que lo rodean. Barbudo, de cabellos no muy cuidados, pese a que el uniforme que vestía estaba ordenado, recientemente planchado, a ojos vistas, dejó el Che una sensación de desprolijidad y ordinariez”.
El 8 de agosto, Guevara habló por primera vez en la conferencia. Estados Unidos ofrecía financiar obras de saneamiento en América Latina y él se burló de “la revolución de las letrinas”.
Habló más de dos horas. El País dijo que habrían bastado diez minutos. “Guevara no pasa de ser una mediocridad”, señaló el cronista M.A. El Día apenas consignó que la sala estaba llena de colados que miraban al Che con las “caras extasiadas”. Entre los extasiados estaba Ángel Rama, que escribió en la izquierdista Marcha que el Che era un “improvisado fiscal” que demolía todas las mentiras.
Guevara también defendió la revolución pero, sorprendentemente, no la consideró un camino excluyente: “Hemos previsto y diagnosticado la revolución social en América (...) Pero si el camino de los pueblos se quiere llevar a través de este desarrollo armónico, por préstamos a largo plazo con intereses bajos, como anunció el señor Dillon, a 50 años de plazo, también nosotros estamos de acuerdo”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha citaron ese párrafo.
Desagravio al mate
Lejos de todo aquel maniqueismo, el presidente del Consejo Nacional de Gobierno (Uruguay tenía gobierno colegiado), Eduardo Víctor Haedo, invitó a Guevara a tomar mate en La Azotea, su casa en Punta del Este. El Che fue todas las mañanas mientras estuvo en el balneario.
Las fotos son muy conocidas. Pero el presidente del gobierno uruguayo fue muy criticado por tomar mate con el Che. El Día dijo que Haedo se regodeaba reuniéndose con “seres inferiores”, “rufianes internacionales, la expresión más baja del crimen”. Benito Nardone (“Chicotazo”), también integrante del Consejo Nacional de Gobierno, organizó días después un gigantesco acto de desagravio al mate.
El 9 de agosto, Guevara dio una conferencia de prensa en el hotel Playa. El País y El Día no publicaron una línea, Marcha sí. La crónica la escribió Eduardo Galeano. Cuenta que cuando al Che le preguntaron cuándo habría elecciones en Cuba, respondió:
-Hasta ahora el pueblo nunca pidió elecciones.
-¿Y eso cómo lo sabe?
-Bueno: lo decide un millón de personas en la plaza pública.
Galeano narra que en su crónica omitió “mucha cosa boba que el Che apenas si se dignaba a contestar a la pasada y que no vale la pena ni reproducir aquí”. Como la conferencia fue, años después, reproducida en libros y en la revista La Maga, podemos saber cuáles fueron esas omisiones. Una de ellas fue una pregunta del diario El Heraldo de Florida.
-Doctor Guevara: ¿me puede decir las razones por las cuales a los trotskistas de Cuba se les han quitado los medios de expresión, se les ha confiscado la imprenta?
-¿A los trotskistas? Mire, hubo una pequeña imprenta que publicaba un semanario que tuvo algunos problemas con nosotros, y tomamos algunas medidas administrativas, porque no tenían ni papel, ni permiso para usar papel, ni imprenta ni nada; y simplemente resolvimos que no era prudente que siguiera el trotskismo llamando a la subversión.
El 16 de agosto, el Che habló por última vez en la conferencia del CIES y pronosticó “guerras civiles” en toda América Latina, guerras de las cuales Cuba “no será responsable”, guerras que comenzarían inevitablemente en las zonas más agrestes e inaccesibles del campo: el Che Guevara nunca creyó en la guerrilla urbana.
Ángel Rama escribió en Marcha que aquel fue un “discurso profético”: “Todos vimos pasar una historia futura que se desmorona sobre nosotros en forma implacable”.
Algo que cuidar
Guevara llegó a Montevideo el 17 de agosto de 1961 para hablar en la Universidad. César Batlle Pacheco, integrante del Consejo Nacional de Gobierno, pidió que se lo declarara “indeseable” porque el mismísimo “Mincho” Martincorena era un santo al lado de “un señor que ostenta en su vida 580 o 590 asesinatos conocidos”.
Una multitud entusiasmada fue al paraninfo a oír al Che pregonar la revolución.
Según una reproducción que hizo años después Cuadernos de Marcha –en 1967- el discurso de Guevara fue interrumpido 39 veces por el público: 30 por “aplausos”, tres por “gritos”, dos por “aplausos prolongados”, tres por “grandes aplausos” y una por “silbidos”: reforma agraria (aplausos), créditos de la Unión Soviética (grandes aplausos), bloqueo norteamericano (silbidos). En cambio, hubo un extenso pasaje que transcurrió en silencio. Sin interrupciones.
Dijo:
“Y nosotros –les podrá parecer extraño que hablemos así, pero es cierto- nosotros iniciamos el camino de la lucha armada, un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional, cuando no se pudo hacer otra cosa. Tengo las pretensiones personales de decir que conozco América (...) y puedo asegurarles que en nuestra América, en las condiciones actuales, no se da un país donde, como en el Uruguay, se permitan las manifestaciones de las ideas.
Se tendrá una manera de pensar u otra, y es lógico; y yo sé que los miembros del gobierno del Uruguay no están de acuerdo con nuestras ideas. Sin embargo, nos permiten la expresión de estas ideas aquí en el Uruguay (...) De tal forma que eso es algo que no se logra, ni mucho menos, en los países de América.
Ustedes tienen algo que cuidar, que es precisamente, la posibilidad de expresar sus ideas, la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya explotación del hombre por el hombre”.
Recién ahí el público volvió a aplaudir. Pero sobreponiendo su voz a los aplausos, el Che siguió: “...lo que no en todos lados sucederá lo mismo, sin derramamiento de sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último”.
Ni El Día, ni El País, ni Marcha reprodujeron este pasaje.
Para unos, la cita no coincidía con la imagen de “fiera ensangrentada” que habían publicitado. Para otros, era muy incómoda porque ya comenzaba el coqueteo con la lucha armada; demoler la democracia uruguaya era la consigna.
Unos y otros apostaban a la radicalización. Todo era blanco o negro.
Nada de lo que nos pasó fue casualidad.
Ingenuo y equivocado
Cuando Guevara se iba de la Universidad se oyeron disparos. Las balas, con seguridad destinadas a matar al Che (se ha acusado a la CIA del atentado) asesinaron a Arbelio Ramírez, un profesor de historia de 43 años.
El atentado, que nunca se aclaró, sirvió a la izquierda radicalizada para sepultar en el olvido el llamado del Che a cuidar la democracia uruguaya. Apenas un año y diez meses después de su discurso en la Universidad, los tupamaros asaltaban un club de tiro en Colonia Suiza en procura de armas para su revolución.
No había ninguna dictadura en Uruguay. Tampoco era presidente Jorge Pacheco Areco, como se le ha hecho creer a los jóvenes. El gobierno seguía siendo colegiado, con mayoría del Partido Nacional y presidido por Daniel Fernández Crespo.
El líder tupamaro Mauricio Rosencof dijo en aquella nota en la revista Tres que él ya sabía que el Che no apoyaba la lucha armada en Uruguay. Pero él seguía a Raúl Sendic, que ya soñaba con ella ¡a mediados de los años 50!
Eleuterio Fernández Huidobro ha dicho que la visión del Che sobre Uruguay era equivocada e ingenua.
Qué curioso. A juzgar por los resultados a la vista, yo pensaba que los que se habían equivocado eran otros.
Por que la lucha armada en Uruguay demostró ser “un camino muy triste, muy doloroso, que sembró de muertos todo el territorio nacional” y cuyas consecuencias aún estamos pagando. No había una dictadura que lo justificara, como advirtió el Che en la Universidad. La democracia era la misma que hoy, con una sola diferencia.
En aquellos años 60, para que los montevideanos pudieran ver un ejemplo vivo de miseria había que traer a un cañero desde Artigas: por eso Sendic organizaba las marchas cañeras.
Hoy, luego de la revolución tupamara y todo lo que vino después, con Rosencof, Mujica y Fernández Huidobro en el gobierno, para ver pasar la miseria basta con pararse cinco minutos en cualquier esquina.
Publicado en el diario Plan B el 12 de octubre de 2007.
18.10.07
6.10.07
Paco Casal según Mario Bardanca
Se hablará mucho del libro Yo, Paco del periodista Mario Bardanca.
No se trata de una biografía de Francisco "Paco" Casal. No se cuenta cómo fue la infancia del dueño del fútbol, ni cuál fue su primera novia. La obra se centra en cómo dirigen el fútbol Casal y su empresa Tenfield. Es un “libro de opinión”, según se dice en la contratapa. Bardanca opta por escribir desde la oposición. Lo que podrían ser los aspectos positivos de la gestión de Casal no se exploran. El periodista, por ejemplo, no visita a esas familias que salieron de la pobreza gracias a Paco. El punto es apenas laudado con una frase: “Los incondicionales que lo rodean se llenan la boca repitiendo hasta el hartazgo que es el gran benefactor del fútbol”. El propio Casal le dice a Bardanca: “la plata que yo genero se invierte acá. Yo le hice ganar millones de dólares a mis jugadores y ellos después reinvierten en propiedades”. Un punto interesante que no es investigado.
Bardanca es sincero: no oculta su antagonismo con Casal y así escribe su libro. Pero pudo ahorrarse algunas expresiones que denotan un sesgo excesivo. A Sergio Gorzy lo nombra siempre como “empresario” y jamás dice que también es periodista. A la FIFA la llama “multinacional”. A Paco lo llama “el brasileño Casal”, porque nació en San Pablo donde apenas vivió siete meses. “Paco viene poco a su país de adopción”, dice Bardanca sobre la visitas de Casal a Uruguay. Decir que alguien que desde bebé vive en Uruguay es un “uruguayo adoptivo” suena a necedad y a rencor. Recordar una y otra vez que alguien es brasileño, sin que venga al caso y como si eso tuviera algo de malo, suena a racismo y xenofobia.
Una genialidad
El libro no agrega grandes revelaciones sobre Casal. Su mayor mérito es hacer una minuciosa recopilación de denuncias que estaban desperdigadas aquí y allá, y que los grandes medios han ocultado en forma sistemática. Bardanca recurre para ello a un valioso archivo al que le suma un buen número de entrevistas propias.
En el libro van apareciendo todos los escándalos del fútbol de los últimos años. Hugo De León cuenta que cuando era técnico de Nacional las citaciones de los jugadores de la selección las enviaba Tenfield. El ex presidente de Liverpool Fidel Russo cuenta como el futbolista Néstor Correa rechazó por consejo de Casal un pase por el que hubiera cobrado 200.000 dólares de prima y que le aseguraba un sueldo de 20.000 dólares durante tres años. Casal le ofrecía una mejor oferta que nunca llegó. El ex presidente de Bella Vista Rodolfo Echinope narra cómo Alejandro Lembo rechazó otra oferta por consejo de Paco. En una reunión en la casa de Lembo, la madre del futbolista se desesperaba. Una oportunidad así se da una vez en la vida, le decía a su hijo. Pero Lembo no oía la voz de su madre, sólo la de Paco.
Bardanca denuncia en su libro que mucha personas han sido proscritas por no aceptar los designios de Casal o de Tenfield. Como Fernando Morena, al que nadie contrata como técnico: “Cuando se iniciaba 2007, la flamante directiva de Central Español pretendió contratarlo, pero antes de cerrar cualquier acuerdo decidieron llamar a Tenfield para pedir la aprobación. Atilio Garrido atendió el teléfono; le bajó el pulgar”.
El libro muestra que todo el sistema se sostiene con la complicidad de los canales de televisión, que al principio se enfrentaron a Casal pero luego se asociaron con él. Según se relata, Carlos Muñoz y Alberto Kesman se integraron al programa Pasión, el principal de Tenfield, por una “directiva de sus empleadores, los dueños de los canales”.
Buena parte de la credibilidad del periodismo deportivo habría sido así dilapidada por los propios empresarios sólo para complacer a Casal. El autor comenta: “Una genialidad de Paco: montó el espectáculo, era dueño de los principales actores y pagaba los críticos”.
Bardanca cuenta que el propio Nelson Gutiérrez, principal de Tenfield, le confesó que al contratar a Muñoz y Kesman se pretendía también controlar la opinión de todos los periodistas de sus equipos: “Pensamos que ellos –por Muñoz y Kesman- les iban a bajar línea a ustedes”, le habría dicho Gutiérrez a Bardanca. Y también: “Queremos saber de qué lado estás, porque a los que están en contra les arrancamos la cabeza”.
En Canal 10, donde Bardanca trabajaba, “las críticas al sistema no eran toleradas. los intereses empresariales del canal –de los tres privados, el más cercano a Casal- trajeron aparejada la censura estricta y permanente”.
“La sociedad con Casal dejó de lado una ‘regla de oro’ en la comunicación: la libertad de expresión”.
Culpable de todo
Creer que la libertad de expresión dejó de ser la “regla de oro” en los canales privados cuando llegó Paco Casal es, cuanto menos, una ingenuidad de Bardanca. Y no es la única.
Bardanca también sostiene que si Peñarol expulsara a Paco de su registro social, le asestaría un golpe mortal: “Nada vulneraría más su vanidad, nada afectaría más su omnipotencia como la expulsión de los cuadros sociales del principal club de sus amores”.
Con esa visión naif de las cosas, Bardanca festeja la elección de “Enrique Espert como presidente de Daecpu”, la gremial de los dueños de conjuntos de Carnaval, actividad que Tenfield también televisa. “Ahora se negocia en pie de igualdad”, celebra. Sobre Espert nos dice que es un “recio competidor de Paco en la venta de futbolistas” y nada más.
Casal aparece como el responsable de todos los males. Incluso el comienzo de la decadencia histórica del fútbol uruguayo se sitúa en la llegada de Paco. “Desde que Francisco Casal desarrolló su control hegemónico, el fútbol uruguayo cayó en picada. A partir de los años noventa, Uruguay no volvió a ganar, salvo la Copa América en la que fue anfitrión”.
En ese y otros temas, Bardanca simplifica demasiado, omite muchos elementos, adolece de contexto. Nunca se menciona, por ejemplo, que el de Casal no es el único monopolio existente en Uruguay, sino que todo el país está edificado sobre decenas de monopolios y oligopolios, privados y también públicos. Sobre la pasividad del gobierno del Frente Amplio ante el dueño del fútbol, Bardanca se pregunta: “¿Será que no se involucran porque Paco colaboró con algún sector de la coalición en la campaña electoral?”.
Pero el tema no se desarrolla y la pregunta queda sin respuesta.
Los gozos de Casal
Lo mejor del libro es la charla de ocho horas entre investigador e investigado en la que emerge un vívido retrato de Paco Casal.
En la charla, Casal justifica todo su accionar en defensa de los derechos de los futbolistas, explotados en beneficio de dirigentes y periodistas. La lucha de clases según Paco Casal.
“Héber Pinto, Kesman, Da Silveira, hace cuarenta años que veranean en Punta de Este. Tuve que aparecer yo para que el jugador de fútbol pueda hacerlo”, dice Casal (el libro no aclara que Pinto falleció en 2006). En otro pasaje dice: “Yo voy a terminar con los dirigentes de Carrasco”. Y también: “Los Damiani, los Del Campo... me piden fortunas y pagan miserias”.
Bardanca da cuenta de muchas veces que Casal irrumpió, con permiso o sin él, en lugares a los que nadie lo había invitado: la asamblea de la AUF, la concentración de la selección, la directiva de Peñarol. Paco no necesita que lo inviten. Él entra y listo. ¿Acaso no es el dueño?
En una reunión de la directiva de Peñarol, Casal se molestó porque el anciano presidente del club criticaba a sus jugadores, y entonces lo golpeó. “Yo una vez le pegué una cachetada a Damiani”, le cuenta con aparente orgullo a Bardanca. “Estaba el finado Goldie, el finado Espino, el finado Errico. Estaba Domínguez (...) Damiani se sentaba en la cabecera de la mesa del Consejo y yo al costado. Empezó a putear a los jugadores y no banqué... lo cacé y le encajé un cachetazo (...) Quedó enterrado en la silla”.
Paco puede porque es el dueño del dinero. “Yo soy el tipo más rico del Uruguay. El que me sigue más cerca, no sé, debe ser el ‘Coco’ Zeinal... y para alcanzarme le deben faltar 150 ó 200 millones”, dice en la entrevista.
También es el dueño los medios. Le dice a Bardanca que tiene que abandonar el “mesianismo” para volver a la televisión abierta (¡lo más increíble es que Bardanca le contesta!). Afirma que va comprar Canal 12. Que le bastaría una llamada para que echaran a Ricardo Gabito de sus empleos. Que cuando estuvo peleado con los canales privados, éstos enviaron a sus principales periodistas como emisarios. “Kesman, Muñoz y Da Silveira fueron (...) y me dijeron que si yo les sacaba los goles a los canales privados me iba a ir mal. Los eché. Los mandé a la c... de la madre”. Luego cuenta que negoció con los canales, los hizo sus socios y contrató a los periodistas que habían sido sus opositores. Se los metió a todos en el bolsillo. “Esos son los ‘polvos morales’ que más disfruto”, le explica a Bardanca.
Y de esos ha tenido muchos, según cuenta. En un momento Bardanca le dice que no entiende cómo pudo reconciliarse con Damiani y hasta sacarse una foto con él. Casal lo interrumpe: “Pero vos no entendés nada (...) no te das cuenta de que en esa foto yo me lo estoy...”
Y luego agrega, por si no quedó claro: “¡Esos son los polvos de los que yo te hablo!”. El sexo según Paco Casal.
Hay mucho goce en su vida. Hay mucha gente dispuesta a satisfacerlo: empresarios y periodistas de pacotilla, políticos distraídos, dirigentes que se dejan sopapear, futbolistas que depositan el cerebro y el alma en consignación en la sede de Tenfield.
Paco Casal es el dueño del Uruguay, o al menos así se siente. “Yo hago un acto en la plaza Lafone y convoco más gente que Tabaré Vázquez”, dice.
Los políticos le temen. Los canales de televisión se arrodillan delante suyo. Ya fue condecorado en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Palacio Legislativo. “Gracias Paco”, se leyó en el tablero del estadio Centenario.
No tenemos monarquía, pero tenemos rey.
Cada país tiene el rey que se merece.
Y viceversa.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, 5 de octubre de 2007
No se trata de una biografía de Francisco "Paco" Casal. No se cuenta cómo fue la infancia del dueño del fútbol, ni cuál fue su primera novia. La obra se centra en cómo dirigen el fútbol Casal y su empresa Tenfield. Es un “libro de opinión”, según se dice en la contratapa. Bardanca opta por escribir desde la oposición. Lo que podrían ser los aspectos positivos de la gestión de Casal no se exploran. El periodista, por ejemplo, no visita a esas familias que salieron de la pobreza gracias a Paco. El punto es apenas laudado con una frase: “Los incondicionales que lo rodean se llenan la boca repitiendo hasta el hartazgo que es el gran benefactor del fútbol”. El propio Casal le dice a Bardanca: “la plata que yo genero se invierte acá. Yo le hice ganar millones de dólares a mis jugadores y ellos después reinvierten en propiedades”. Un punto interesante que no es investigado.
Bardanca es sincero: no oculta su antagonismo con Casal y así escribe su libro. Pero pudo ahorrarse algunas expresiones que denotan un sesgo excesivo. A Sergio Gorzy lo nombra siempre como “empresario” y jamás dice que también es periodista. A la FIFA la llama “multinacional”. A Paco lo llama “el brasileño Casal”, porque nació en San Pablo donde apenas vivió siete meses. “Paco viene poco a su país de adopción”, dice Bardanca sobre la visitas de Casal a Uruguay. Decir que alguien que desde bebé vive en Uruguay es un “uruguayo adoptivo” suena a necedad y a rencor. Recordar una y otra vez que alguien es brasileño, sin que venga al caso y como si eso tuviera algo de malo, suena a racismo y xenofobia.
Una genialidad
El libro no agrega grandes revelaciones sobre Casal. Su mayor mérito es hacer una minuciosa recopilación de denuncias que estaban desperdigadas aquí y allá, y que los grandes medios han ocultado en forma sistemática. Bardanca recurre para ello a un valioso archivo al que le suma un buen número de entrevistas propias.
En el libro van apareciendo todos los escándalos del fútbol de los últimos años. Hugo De León cuenta que cuando era técnico de Nacional las citaciones de los jugadores de la selección las enviaba Tenfield. El ex presidente de Liverpool Fidel Russo cuenta como el futbolista Néstor Correa rechazó por consejo de Casal un pase por el que hubiera cobrado 200.000 dólares de prima y que le aseguraba un sueldo de 20.000 dólares durante tres años. Casal le ofrecía una mejor oferta que nunca llegó. El ex presidente de Bella Vista Rodolfo Echinope narra cómo Alejandro Lembo rechazó otra oferta por consejo de Paco. En una reunión en la casa de Lembo, la madre del futbolista se desesperaba. Una oportunidad así se da una vez en la vida, le decía a su hijo. Pero Lembo no oía la voz de su madre, sólo la de Paco.
Bardanca denuncia en su libro que mucha personas han sido proscritas por no aceptar los designios de Casal o de Tenfield. Como Fernando Morena, al que nadie contrata como técnico: “Cuando se iniciaba 2007, la flamante directiva de Central Español pretendió contratarlo, pero antes de cerrar cualquier acuerdo decidieron llamar a Tenfield para pedir la aprobación. Atilio Garrido atendió el teléfono; le bajó el pulgar”.
El libro muestra que todo el sistema se sostiene con la complicidad de los canales de televisión, que al principio se enfrentaron a Casal pero luego se asociaron con él. Según se relata, Carlos Muñoz y Alberto Kesman se integraron al programa Pasión, el principal de Tenfield, por una “directiva de sus empleadores, los dueños de los canales”.
Buena parte de la credibilidad del periodismo deportivo habría sido así dilapidada por los propios empresarios sólo para complacer a Casal. El autor comenta: “Una genialidad de Paco: montó el espectáculo, era dueño de los principales actores y pagaba los críticos”.
Bardanca cuenta que el propio Nelson Gutiérrez, principal de Tenfield, le confesó que al contratar a Muñoz y Kesman se pretendía también controlar la opinión de todos los periodistas de sus equipos: “Pensamos que ellos –por Muñoz y Kesman- les iban a bajar línea a ustedes”, le habría dicho Gutiérrez a Bardanca. Y también: “Queremos saber de qué lado estás, porque a los que están en contra les arrancamos la cabeza”.
En Canal 10, donde Bardanca trabajaba, “las críticas al sistema no eran toleradas. los intereses empresariales del canal –de los tres privados, el más cercano a Casal- trajeron aparejada la censura estricta y permanente”.
“La sociedad con Casal dejó de lado una ‘regla de oro’ en la comunicación: la libertad de expresión”.
Culpable de todo
Creer que la libertad de expresión dejó de ser la “regla de oro” en los canales privados cuando llegó Paco Casal es, cuanto menos, una ingenuidad de Bardanca. Y no es la única.
Bardanca también sostiene que si Peñarol expulsara a Paco de su registro social, le asestaría un golpe mortal: “Nada vulneraría más su vanidad, nada afectaría más su omnipotencia como la expulsión de los cuadros sociales del principal club de sus amores”.
Con esa visión naif de las cosas, Bardanca festeja la elección de “Enrique Espert como presidente de Daecpu”, la gremial de los dueños de conjuntos de Carnaval, actividad que Tenfield también televisa. “Ahora se negocia en pie de igualdad”, celebra. Sobre Espert nos dice que es un “recio competidor de Paco en la venta de futbolistas” y nada más.
Casal aparece como el responsable de todos los males. Incluso el comienzo de la decadencia histórica del fútbol uruguayo se sitúa en la llegada de Paco. “Desde que Francisco Casal desarrolló su control hegemónico, el fútbol uruguayo cayó en picada. A partir de los años noventa, Uruguay no volvió a ganar, salvo la Copa América en la que fue anfitrión”.
En ese y otros temas, Bardanca simplifica demasiado, omite muchos elementos, adolece de contexto. Nunca se menciona, por ejemplo, que el de Casal no es el único monopolio existente en Uruguay, sino que todo el país está edificado sobre decenas de monopolios y oligopolios, privados y también públicos. Sobre la pasividad del gobierno del Frente Amplio ante el dueño del fútbol, Bardanca se pregunta: “¿Será que no se involucran porque Paco colaboró con algún sector de la coalición en la campaña electoral?”.
Pero el tema no se desarrolla y la pregunta queda sin respuesta.
Los gozos de Casal
Lo mejor del libro es la charla de ocho horas entre investigador e investigado en la que emerge un vívido retrato de Paco Casal.
En la charla, Casal justifica todo su accionar en defensa de los derechos de los futbolistas, explotados en beneficio de dirigentes y periodistas. La lucha de clases según Paco Casal.
“Héber Pinto, Kesman, Da Silveira, hace cuarenta años que veranean en Punta de Este. Tuve que aparecer yo para que el jugador de fútbol pueda hacerlo”, dice Casal (el libro no aclara que Pinto falleció en 2006). En otro pasaje dice: “Yo voy a terminar con los dirigentes de Carrasco”. Y también: “Los Damiani, los Del Campo... me piden fortunas y pagan miserias”.
Bardanca da cuenta de muchas veces que Casal irrumpió, con permiso o sin él, en lugares a los que nadie lo había invitado: la asamblea de la AUF, la concentración de la selección, la directiva de Peñarol. Paco no necesita que lo inviten. Él entra y listo. ¿Acaso no es el dueño?
En una reunión de la directiva de Peñarol, Casal se molestó porque el anciano presidente del club criticaba a sus jugadores, y entonces lo golpeó. “Yo una vez le pegué una cachetada a Damiani”, le cuenta con aparente orgullo a Bardanca. “Estaba el finado Goldie, el finado Espino, el finado Errico. Estaba Domínguez (...) Damiani se sentaba en la cabecera de la mesa del Consejo y yo al costado. Empezó a putear a los jugadores y no banqué... lo cacé y le encajé un cachetazo (...) Quedó enterrado en la silla”.
Paco puede porque es el dueño del dinero. “Yo soy el tipo más rico del Uruguay. El que me sigue más cerca, no sé, debe ser el ‘Coco’ Zeinal... y para alcanzarme le deben faltar 150 ó 200 millones”, dice en la entrevista.
También es el dueño los medios. Le dice a Bardanca que tiene que abandonar el “mesianismo” para volver a la televisión abierta (¡lo más increíble es que Bardanca le contesta!). Afirma que va comprar Canal 12. Que le bastaría una llamada para que echaran a Ricardo Gabito de sus empleos. Que cuando estuvo peleado con los canales privados, éstos enviaron a sus principales periodistas como emisarios. “Kesman, Muñoz y Da Silveira fueron (...) y me dijeron que si yo les sacaba los goles a los canales privados me iba a ir mal. Los eché. Los mandé a la c... de la madre”. Luego cuenta que negoció con los canales, los hizo sus socios y contrató a los periodistas que habían sido sus opositores. Se los metió a todos en el bolsillo. “Esos son los ‘polvos morales’ que más disfruto”, le explica a Bardanca.
Y de esos ha tenido muchos, según cuenta. En un momento Bardanca le dice que no entiende cómo pudo reconciliarse con Damiani y hasta sacarse una foto con él. Casal lo interrumpe: “Pero vos no entendés nada (...) no te das cuenta de que en esa foto yo me lo estoy...”
Y luego agrega, por si no quedó claro: “¡Esos son los polvos de los que yo te hablo!”. El sexo según Paco Casal.
Hay mucho goce en su vida. Hay mucha gente dispuesta a satisfacerlo: empresarios y periodistas de pacotilla, políticos distraídos, dirigentes que se dejan sopapear, futbolistas que depositan el cerebro y el alma en consignación en la sede de Tenfield.
Paco Casal es el dueño del Uruguay, o al menos así se siente. “Yo hago un acto en la plaza Lafone y convoco más gente que Tabaré Vázquez”, dice.
Los políticos le temen. Los canales de televisión se arrodillan delante suyo. Ya fue condecorado en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Palacio Legislativo. “Gracias Paco”, se leyó en el tablero del estadio Centenario.
No tenemos monarquía, pero tenemos rey.
Cada país tiene el rey que se merece.
Y viceversa.
Publicado por Leonardo Haberkorn en el diario Plan B, 5 de octubre de 2007
Hoy estoy raro y no entiendo por qué
Consumir la prensa uruguaya me provoca un inexplicable desasosiego y muchas preguntas sin respuesta.
No entiendo. Antes los programas que producía cada canal de televisión eran su máximo orgullo. Ahora Canal 12 levanta la emisión de su principal programa periodístico, Código País, porque hay un “repechaje” en el programa argentino Bailando por un Sueño. Y Canal 4 cambia el día o la hora de emisión de su mejor programa, Los Informantes, según lo que ocurra en el también argentino Gran Hermano.
Por más que lo pienso no lo entiendo. Si los canales sienten tan poco aprecio por sus propios programas, ¿para qué los hacen?
Es curioso, además: después hay gente que se ofende cuando los argentinos nos tratan como una provincia. ¿Pero acaso no es ése el mensaje que transmite la forma de actuar de nuestros medios de comunicación más masivos? La televisión brasileña une al Brasil de punta a punta: le dice al gaúcho que toma mate amargo muriéndose de frío en Bagé y al negro que cree en los orixás y cocina con aceite de palma en el calor sofocante de Bahía, que los dos son parte de un mismo país. La televisión uruguaya nos dice: somos una provincia de Buenos Aires.
Canal 10, en cambio, es el “canal uruguayo”. Canal 10 llora las recientes muertes de Barret Puig y Ángel María Luna, dos periodistas uruguayos de meritoria trayectoria que trabajaron durante años en su pantalla. Acto seguido su nuevo periodista estrella, Ignacio Álvarez, muestra en su programa Pan y circo un video de una modelo argentina clase C mientras se introduce un pene de proporciones en la boca, en un primer plano algo pixelado. La consigna ya no es “periodismo puro y duro”. Ahora es simplemente: “puro y duro”.
Quedo desconcertado. ¿Cuándo fue que el periodismo se casó con la pornografía? ¿Esa es la semilla que sembraron Barret Puig y Ángel María Luna? No sé cuándo, pero es evidente que en algún momento me perdí algo. Algo grande. Hay demasiadas cosas que no entiendo.
¿Cuándo fue que comenzó a estar bien que los periodistas hagan publicidad? Hace 20 años, Carlos Giacosa fue estigmatizado por sus avisos de Galaxy, pero ahora todo cambió. ¿Está seguro Aldo Silva de que las AFAP cuidarán de nuestro dinero y alguna vez cobraremos las fortunas que nos retienen? ¿O el dinero de nuestros aportes será dilapidado y desaparecido, como el que nuestros padres y abuelos aportaron al BPS? Yo no podría asegurarlo.
Las agencias de publicidad usan periodistas porque se supone que dicen la verdad, por obligación profesional. Como la publicidad miente (no es cierto que nueve de cada diez estrellas usen el mismo jabón) y el público se da cuenta, a los publicitarios les sirve usar periodistas para confundir: si el mensaje es publicitario no tiene porqué ser cierto, pero si lo dice Aldo Silva, ¿no será verdad?
Son muchos los periodistas que de golpe se han puesto a hacer avisos. ¿Qué pasará cuando el público pase a asociar al periodismo con la mentira publicitaria? Es curioso que una cronista tan incisiva como Fernanda Cabrera no se lo haya preguntado.
Marcelo Jelen escribió sobre este tema en La Diaria. Es una rara excepción, porque los periodistas ya no discuten sobre asuntos tan aburridos. Antes en las redacciones se hablaba de política, periodismo y fútbol. O de libros y música. Ahora se habla de lo que pasó en “La Casa”. ¿Qué casa? Trato de participar en las conversaciones pero no puedo. ¿De qué casa me hablan? A veces dudo si podré seguir ejerciendo el periodismo por mucho tiempo. Tengo pesadillas: sueño que me dedicó a la pornografía. Me hago famoso diciendo “ja-pi” en la tele. Hago publicidad de Cutcsa, la nueva empresa modelo del periodismo uruguayo. Me despierto sobresaltado: mis compañeros me dicen que hay novedades en “La Casa”. ¿¡Qué casa!?
Por fin comprendo de qué casa me hablan leyendo las páginas de “cultura” y “espectáculos” de los diarios uruguayos, Plan B incluido: todos los días incluyen “noticias” sobre lo que ocurre en “La Casa de Gran Hermano” y “Bailando por un sueño”.
Otra vez no entiendo. Que haya programas de entretenimiento está bien, claro. Pero, ¿cuándo fue que cualquier nimiedad que ocurre dentro de un programa televisivo de entretenimiento se transformó en noticia? Con el criterio de los actuales editores de “cultura” y “espectáculos”, hace 20 años se habrían publicado las siguientes primicias: “Olmedo suspende grabación de No toca botón porque amaneció con diarrea”, “Gasalla discute con Naboletti porque nunca paga los bizcochos” o “Mucama despedida por Doña Florinda asegura que sus pechos son de silicona”.
Sigo sin entender. Aún aceptando que cualquier flatulencia expelida dentro de las paredes de “La Casa” o cualquier comentario libretado en “Bailando por un sueño” pueda pasar como noticia: ¿es necesario publicar algo sobre estos programas TODOS LOS DÍAS? ¿Es que ya se reseñaron todos los libros y discos? ¿No hay otros estrenos en el cine y el teatro? ¿Ya no hay exposiciones, conferencias, charlas, museos, programas de radio, revistas, blogs, páginas de internet sobre los cuales informar y comentar?
Por supuesto: existe todo eso y mucho más. Pero los medios presentan una visión cada vez más angosta del mundo en el que vivimos. Se reproducen a sí mismos. Recalientan una y otra vez el mismo guiso ya recalentado, que no tiene gusto a nada. Si la insípida Paris Hilton eructa en público, usted lo tendrá en la tele, la radio, internet y en la página de “cultura” y “espectáculos” de su diario preferido. Y luego el comentario del eructo, la crítica, la autocrítica, el desmentido de la autocrítica y el desmentido del desmentido. Por último el llanto. El llanto de Paris Hilton. El llanto de Abigail. El llanto de Wanda Nara. El llanto de Adela Dubra. Hoy todos lloran en televisión. Ni esa originalidad le ha quedado a Jorge Batlle.
Me exprimo la cabeza y todavía me cuesta entender. Canal 10 le acaba de ofrecer un puesto en su programa Pan y Circo a Abigail, el simpático travesti que concursó en “Bailando por su sueño”. ¿Ahora todos somos periodistas?
Abigail dijo que no. Aceptó una propuesta más artística y no hará periodismo. Abigail debería darle un curso a los directivos de Canal 10. Sabe cantar, bailar y su sentido común funciona.
Pero ella dijo que no y muchos otros dijeron que sí. Las pantallas, el éter y las páginas están llenos de no periodistas que ejercen el periodismo. Es el nuevo periodismo sin periodistas. Es genial. Es divertido. Es barato. Solo la calidad cayó un poco. ¡Cuidado! Hay un misil en Gualeguaychú listo para ser disparado contra Botnia. Ah, es una pieza de museo. Bueno, son detalles, cositas, no hay que dramatizar. ¿Al final Uruguay se fue del Mercosur?
Prendo la tele. La uruguaya Claudia Fernández, otra estrella de la televisión nacional, dice que su novio la está esperando con un frasco de gel en la mano, porque él le gusta entrar por la puerta trasera.
Pienso un poco y entiendo. Por fin entiendo.
Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 7 de setiembre de 2007
Acusan a Fernández Huidobro de venderse a la derecha
En Uruguay no existe la izquierda fuera del Frente Amplio. Wilson Ferreira era de derecha. Hugo Batalla era de izquierda pero un día se hizo de derecha. Pepe Batlle, Domingo Arena y Grauert: todos de derecha. El sinónimo de Frente Amplio es “la izquierda”.
La gran novedad es que ahora también se puede ser de derecha dentro del Frente Amplio.
El nuevo integrante de la derecha uruguaya es el senador Eleuterio Fernández Huidobro. Está dicho en un artículo publicado en Brecha a propósito de su alejamiento de los Tupamaros. La nota incluye un largo análisis del docente en ciencias políticas Álvaro Rico, el único analista entrevistado en el artículo, que explica qué hay detrás de la renuncia de Fernández Huidobro.
El análisis de Rico es el siguiente: el alejamiento de Fernández Huidobro del MLN era previsible porque el ex guerrillero ya había girado hacia la centro-derecha. ¿Por qué? Porque Fernández Huidobro ahora sostiene que los principales problemas del Uruguay son su desmesurada burocracia, la chatura cultural y la forma de hacer política. Y eso coincide con lo que dice la derecha. Incluso, qué horror, qué espanto, Fernández Huidobro coincide con Ignacio de Posadas en denunciar a la burocracia excesiva como un gran problema nacional. ¡Eso ya es demasiado!
Eleuterio Fernández Huidobro: confiese que se vendió a la derecha. ¡Confiese! ¡Confiese!
Herejía y jogging
Rico no es un analista más: es uno de los docentes seleccionados en los cursos de historia reciente implementados por el gobierno. Su análisis es revelador de cómo piensan muchos académicos e intelectuales de izquierda en Uruguay.
Que dos políticos tan diferentes como Fernández Huidobro y De Posadas coincidan en denunciar un mismo problema del país, debería al menos llamar la atención. ¿No será que la burocracia efectivamente es un problema grave?
Para Rico, está claro que no.
En cualquier país civilizado del mundo, la coincidencia entre políticos de signo opuesto debería ser festejada como una oportunidad para buscar respuestas comunes a los problemas, soluciones de consenso y de fondo. En Uruguay no. En el análisis de Rico y de miles que razonan como él, la mera coincidencia con el adversario político ya es motivo suficiente para descalificar a quien se atreve a admitir semejante herejía. (¡Confiese Fernández Huidobro!, ¡Confiese!).
Con ese modo de pensar, es imposible el acuerdo entre distintos sectores políticos. Es izquierda o derecha. Blanco o negro. No en vano Uruguay carece de políticas de Estado en todos y cada uno de los temas de importancia.
Rico en Brecha lamenta que Fernández Huidobro centre su atención en asuntos como la excesiva burocracia, y no denuncie los conflictos económicos y de poder. Dice: “No se trata de negar la incidencia de los factores culturales, pero a un hombre de izquierda se le debe exigir otro análisis. Lo que hace es desideologizar todo, no hay choque de intereses y el problema es el individuo que no puede consigo mismo”.
Según entiendo, para Rico las personas de izquierda son más lúcidas: por eso hay que exigirles “otro análisis”. Entonces es raro que él, que es un auténtico izquierdista, no vea que detrás de la excesiva burocracia sí hay “choques de intereses”, conflictos económicos y de poder.
La burocracia tiene poder. ¿O es casualidad que en Uruguay un basurero y un portero de Ancap ganen mucho más que un maestro?
La burocracia plantea un conflicto económico: se come una gran parte del dinero del Uruguay. Un ejemplo como hay millones: el mismo día en que se publicó el análisis de Rico, el vicepresidente Rodolfo Nin Novoa informó que la guardería del Palacio Legislativo, que atiende a un reducido número de hijos de burócratas privilegiados, gasta más de 600.000 dólares año.
También hay “choques de intereses”. Cada vez que importamos petróleo, Uruguay se desangra y la burocracia de Ancap engorda. ¿Por qué será que nunca hemos desarrollado ninguna alternativa energética propia, salvo la construcción de las represas hidroeléctricas, todas levantadas por dictaduras?
Para Rico, el nuevo Fernández Huidobro, el Ñato light, “desideologiza todo”. Ése es otro gran pecado. (¡Confiese Fernández Huidobro! ¡Confiese!). Lo mejor es no “desideologizar” nada. La ideología ante todo. En Uruguay una idea nunca es buena o mala, es de derecha o de izquierda.
Hace algunas semanas el diario izquierdista francés Liberation publicó un artículo titulado: “¿Hacer jogging es de derecha?”. Liberation se hace la brillante pregunta porque el nuevo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, es de derecha y le gusta salir a correr. Una especialista consultada por Liberation dijo: “el jogging, por supuesto, está del lado del resultado y del individualismo, valores tradicionalmente atribuidos a la derecha”. Correr “más que un modo de andar es un modo de pensar”. Mitterrand caminaba. Caminar es de izquierda. Correr de derecha. Luchar contra la burocracia es como hacer jogging: derecha pura.
Uno no sabe qué es peor: si el cinismo de la derecha que nos quiere vender este mundo cada vez más desigual como un paraíso mággico, o la incapacidad de la izquierda para proponer una alternativa, algo que no sea el mismo discurso maniqueo de siempre.
Solo en la tatucera
Lo peor es constatar que una vez que Fernández Huidobro emprende una guerra sensata, sus posibilidades de ganar son las mismas de siempre: ninguna.
A la enorme burocracia uruguaya la criaron y la cebaron colorados y blancos, pero cuando (muy tarde) se dieron cuenta de que el monstruo había cobrado vida propia, que su apetito es insaciable, y tímidamente quisieron enfrentarla, fue el Frente Amplio el que acudió a su rescate.
El Frente Amplio llegó al poder con el voto agradecido de la burocracia. Fernández Huidobro debería contar cuántos miembros de la privilegiada burocracia uruguaya están sentados en el Parlamento y en los directorios de las empresas públicas en representación del Frente Amplio. (¡Cuente Fernández Huidobro! ¡Cuente!).
Mientras el Ñato libra su nueva guerra, solitaria como siempre, su gobierno está designando miles y miles de nuevos burócratas. Y aumentando los impuestos a un buen porcentaje de trabajadores para poder cerrar las cuentas.
A pesar del cambio prometido, a pesar de todo el entusiasmo que provocó en 2004 el triunfo del Frente Amplio, las opciones a las que se afilian hoy los uruguayos siguen siendo las mismas dos de toda la vida: conseguir un puestito en el Estado o emigrar. Al final Liberation tenía razón: los que consiguen un puesto en el Estado se hacen de izquierda: comienzan a caminar tranquilos por la vida. Los que no, debemos ser de derecha porque corremos. Corremos para llegar a fin de mes. Corremos para pagar la nafta más cara del mundo. Corremos para pagar el IRPF. Corremos para pagarle a los burócratas. Corremos lejos. Hasta España no paramos.
Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 31 de agosto de 2007
La gran novedad es que ahora también se puede ser de derecha dentro del Frente Amplio.
El nuevo integrante de la derecha uruguaya es el senador Eleuterio Fernández Huidobro. Está dicho en un artículo publicado en Brecha a propósito de su alejamiento de los Tupamaros. La nota incluye un largo análisis del docente en ciencias políticas Álvaro Rico, el único analista entrevistado en el artículo, que explica qué hay detrás de la renuncia de Fernández Huidobro.
El análisis de Rico es el siguiente: el alejamiento de Fernández Huidobro del MLN era previsible porque el ex guerrillero ya había girado hacia la centro-derecha. ¿Por qué? Porque Fernández Huidobro ahora sostiene que los principales problemas del Uruguay son su desmesurada burocracia, la chatura cultural y la forma de hacer política. Y eso coincide con lo que dice la derecha. Incluso, qué horror, qué espanto, Fernández Huidobro coincide con Ignacio de Posadas en denunciar a la burocracia excesiva como un gran problema nacional. ¡Eso ya es demasiado!
Eleuterio Fernández Huidobro: confiese que se vendió a la derecha. ¡Confiese! ¡Confiese!
Herejía y jogging
Rico no es un analista más: es uno de los docentes seleccionados en los cursos de historia reciente implementados por el gobierno. Su análisis es revelador de cómo piensan muchos académicos e intelectuales de izquierda en Uruguay.
Que dos políticos tan diferentes como Fernández Huidobro y De Posadas coincidan en denunciar un mismo problema del país, debería al menos llamar la atención. ¿No será que la burocracia efectivamente es un problema grave?
Para Rico, está claro que no.
En cualquier país civilizado del mundo, la coincidencia entre políticos de signo opuesto debería ser festejada como una oportunidad para buscar respuestas comunes a los problemas, soluciones de consenso y de fondo. En Uruguay no. En el análisis de Rico y de miles que razonan como él, la mera coincidencia con el adversario político ya es motivo suficiente para descalificar a quien se atreve a admitir semejante herejía. (¡Confiese Fernández Huidobro!, ¡Confiese!).
Con ese modo de pensar, es imposible el acuerdo entre distintos sectores políticos. Es izquierda o derecha. Blanco o negro. No en vano Uruguay carece de políticas de Estado en todos y cada uno de los temas de importancia.
Rico en Brecha lamenta que Fernández Huidobro centre su atención en asuntos como la excesiva burocracia, y no denuncie los conflictos económicos y de poder. Dice: “No se trata de negar la incidencia de los factores culturales, pero a un hombre de izquierda se le debe exigir otro análisis. Lo que hace es desideologizar todo, no hay choque de intereses y el problema es el individuo que no puede consigo mismo”.
Según entiendo, para Rico las personas de izquierda son más lúcidas: por eso hay que exigirles “otro análisis”. Entonces es raro que él, que es un auténtico izquierdista, no vea que detrás de la excesiva burocracia sí hay “choques de intereses”, conflictos económicos y de poder.
La burocracia tiene poder. ¿O es casualidad que en Uruguay un basurero y un portero de Ancap ganen mucho más que un maestro?
La burocracia plantea un conflicto económico: se come una gran parte del dinero del Uruguay. Un ejemplo como hay millones: el mismo día en que se publicó el análisis de Rico, el vicepresidente Rodolfo Nin Novoa informó que la guardería del Palacio Legislativo, que atiende a un reducido número de hijos de burócratas privilegiados, gasta más de 600.000 dólares año.
También hay “choques de intereses”. Cada vez que importamos petróleo, Uruguay se desangra y la burocracia de Ancap engorda. ¿Por qué será que nunca hemos desarrollado ninguna alternativa energética propia, salvo la construcción de las represas hidroeléctricas, todas levantadas por dictaduras?
Para Rico, el nuevo Fernández Huidobro, el Ñato light, “desideologiza todo”. Ése es otro gran pecado. (¡Confiese Fernández Huidobro! ¡Confiese!). Lo mejor es no “desideologizar” nada. La ideología ante todo. En Uruguay una idea nunca es buena o mala, es de derecha o de izquierda.
Hace algunas semanas el diario izquierdista francés Liberation publicó un artículo titulado: “¿Hacer jogging es de derecha?”. Liberation se hace la brillante pregunta porque el nuevo presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, es de derecha y le gusta salir a correr. Una especialista consultada por Liberation dijo: “el jogging, por supuesto, está del lado del resultado y del individualismo, valores tradicionalmente atribuidos a la derecha”. Correr “más que un modo de andar es un modo de pensar”. Mitterrand caminaba. Caminar es de izquierda. Correr de derecha. Luchar contra la burocracia es como hacer jogging: derecha pura.
Uno no sabe qué es peor: si el cinismo de la derecha que nos quiere vender este mundo cada vez más desigual como un paraíso mággico, o la incapacidad de la izquierda para proponer una alternativa, algo que no sea el mismo discurso maniqueo de siempre.
Solo en la tatucera
Lo peor es constatar que una vez que Fernández Huidobro emprende una guerra sensata, sus posibilidades de ganar son las mismas de siempre: ninguna.
A la enorme burocracia uruguaya la criaron y la cebaron colorados y blancos, pero cuando (muy tarde) se dieron cuenta de que el monstruo había cobrado vida propia, que su apetito es insaciable, y tímidamente quisieron enfrentarla, fue el Frente Amplio el que acudió a su rescate.
El Frente Amplio llegó al poder con el voto agradecido de la burocracia. Fernández Huidobro debería contar cuántos miembros de la privilegiada burocracia uruguaya están sentados en el Parlamento y en los directorios de las empresas públicas en representación del Frente Amplio. (¡Cuente Fernández Huidobro! ¡Cuente!).
Mientras el Ñato libra su nueva guerra, solitaria como siempre, su gobierno está designando miles y miles de nuevos burócratas. Y aumentando los impuestos a un buen porcentaje de trabajadores para poder cerrar las cuentas.
A pesar del cambio prometido, a pesar de todo el entusiasmo que provocó en 2004 el triunfo del Frente Amplio, las opciones a las que se afilian hoy los uruguayos siguen siendo las mismas dos de toda la vida: conseguir un puestito en el Estado o emigrar. Al final Liberation tenía razón: los que consiguen un puesto en el Estado se hacen de izquierda: comienzan a caminar tranquilos por la vida. Los que no, debemos ser de derecha porque corremos. Corremos para llegar a fin de mes. Corremos para pagar la nafta más cara del mundo. Corremos para pagar el IRPF. Corremos para pagarle a los burócratas. Corremos lejos. Hasta España no paramos.
Publicado por Leonardo Haberkorn en Plan B, 31 de agosto de 2007