Le confesé mis resquemores a una amiga feminista. Le dije: antes teníamos ediles, una bella palabra unisex. Había ediles hombres y ediles mujeres. ¿Por qué ahora tenemos que decir "edilas"? ¿Tendremos también "edilos"?
Pero mi amiga, que es una mujer sabia, me explicó, con mucha paciencia:
Miembros y miembras |
"Antes, Leonardo, había muy pocas mujeres en la política. Las mujeres no ocupaban ciertos puestos. Pero a medida que comenzaron a haber mujeres en esos cargos, el lenguaje también evolucionó. Por eso ahora hay presidentas y edilas".
Luego me contó una historia como ejemplo.
"Yo voy dos veces por semana a un grupo feminista, donde durante años solo iban mujeres. Pero el mes pasado comenzó a concurrir un varón. Y la presidenta del grupo propuso crear una categoría nueva: el socio feministo. ¡El lenguaje se va adaptando a las nuevas realidades!".
Es maravilloso.
Lo he pensado mucho y mi amiga tiene razón.
Hay muchos ejemplos que la apoyan.
El ciclismo, por ejemplo, fue un deporte que en sus comienzos solo lo practicaban las mujeres. Bellas y rudas damas, de polleras tableadas, que desafiaban las rutas de la patria en sus coloridas bicicletas: por eso se dice "ciclistas" y no "ciclistos".
Lo mismo ocurre con el fútbol, deporte femenino por antonomasia, con vestuarios rebosantes de aroma a Chanel Nº5, un juego de "futbolistas".
Y esto no solo ocurrió en los deportes, sino en todo tipo de lugares donde las mujeres fueron y hasta hoy son amplia mayoría: los consultorios dentales ("dentistas"), los viajes espaciales ("astronautas") y las redacciones de prensa ("periodistas").
Claro que ahora las cosas han empezado a cambiar, paso a paso. Y así como en el club feminista de mi amiga se admitió un socio feministo, pienso que, en este momento, cuando los hombres hemos comenzado tímidamente a ganar espacios en el ciclismo, el fútbol, los consultorios dentales, los cohetes al espacio y las salas de prensa, habría que ir pensando en la posibilidad de habilitar el uso de nuevas palabras: ciclisto, futbolisto, dentisto, astronauto y periodisto.
Comprenderán que esta última es importante para mí.
Soy progresisto.
Apoyo la evolución del lenguaje inclusivo y la lengua inclusiva.
¡Estoy con las edilas, las concejalas y las miembras!
Por favor, déjenme ser periodisto.
Detesto esta tendencia forzada y demagógica del lenguaje. Extraño los 90 y principios de los 2000, cuando la gente se comportaba con mayor naturalidad.
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