30.5.15

Qatar en el pecho de los dioses del fútbol

Se venden más de un millón de camisetas de Barcelona por año. El equipo es señalado, una y otra vez, como modelo de éxito deportivo y de gestión, omnipresente en las pantallas del televisor. Tres de los diez mejores futbolistas del mundo, quizás tres de los cinco mejores, llevan esa camiseta. Es la que los niños del mundo quieren tener. Es también la que mejor ejemplifica la cínica y perversa relación que el mundo de fútbol tiene con el dinero y la corrupción.
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Con Qatar en el pecho
La camiseta de Barcelona lleva la marca de Qatar en el pecho (a través de su empresa aérea estatal Qatar Airways). A cambio, la institución recibe 30 millones de dólares anuales.
Qatar es un pequeño estado árabe de tan solo dos millones de habitantes y una fabulosa riqueza de gas y petróleo que lo han transformado en el país de renta per cápita más alta del mundo. También será la sede de la Copa del Mundo de 2022.
¿Cómo un país inexistente en el mundo de fútbol y del deporte en general logró ser elegido como sede de un Mundial?
Pagando sobornos.
La propia Comisión de Ética de FIFA admitó "prácticas sumamente dudosas" para adjudicar el Mundial, pero FIFA se negó a publicar el resultado íntegro de sus investigaciones.
Documentos revelados por el diario británico Sunday Times mostraron que un miembro qatarí del consejo ejecutivo de FIFA, Mohamed Bin Hammam, pagó altas sumas de dinero para obtener el voto de federaciones africanas de fútbol para que Qatar fuera votado como sede del Mundial 2022.
Un informe del Consejo de Europa lo definió la adjudicación de esa Copa del Mundo como "un procedimiento profundamente manchado de ilegalidad".
Y no solo de ilegalidad. También de sangre. Sangre de miles de trabajadores extranjeros de países pobres que han llegado a Qatar para ganarse un salario y han caído en un oprobioso sistema de explotación que ha llevado a cientos a la muerte.
Según un informe publicado por El País de Madrid en julio de 2014, para esa fecha ya habían muerto 672 nepalíes empleados en las obras del Mundial. Las cifras provienen del un organismo oficial nepalí encargado de indemnizar a los familiares de los trabajadores que han fallecido o sufrido un accidente. Organismos sindicales han estimado que para cuando la pelota comience a rodar la cifra de muertos podrían llegar a 4.000.
En Qatar -el país-marca que Messi, Neymar y Suárez llevan en su pecho- están prohibidos los sindicatos y no existe el salario mínimo. Rige un sistema llamado "kafala", según el cual cada trabajador está vinculado a quien lo contrata, quien es su "patrocinador". Quiere decir que cada trabajador depende de la voluntad de su empleador para tener acceso al sistema de salud, y que debe contar con su permiso para salir del país y hasta para cambiar de empleo si lo desea. No hablemos de establecer una demanda por un contrato incumplido.
Muchos inmigrantes viven hacinados en alojamientos o campamentos que a veces carecen incluso de electricidad y agua corriente.
Según la crónica de El País, los nepalíes en Qatar "se alojan en campos de trabajo pequeños e insalubres donde cientos de personas conviven hacinadas compartiendo una cocina y pocos cuartos de baño. Una gran mayoría trabaja de 10 a 14 horas diarias, a menudo soportando temperaturas que alcanzan los 55 grados. Como consecuencia del ritmo de trabajo agotador e inhumano, muchos son incapaces de sobrellevar el cansancio y mueren a causa de un fallo respiratorio o cardíaco".
Son infartos, dice el gobierno de Qatar.
El informe 2014/2015 de Amnistía Internacional sobre Qatar denuncia que ni siquiera se cumplen las escasas leyes laborales locales, que muchos inmigrantes trabajan más horas de las permitidas y no cobran los salarios pactados. "Algunos empleadores no les pagaban el salario, y otros no les expedían permisos de residencia, dejándolos indocumentados y en peligro de ser detenidos", dice el informe. "Pocos trabajadores guardaban ellos mismos sus pasaportes, y algunos empleadores les negaban los permisos necesarios para abandonar el país. Los trabajadores de la construcción estaban expuestos a condiciones peligrosas. La Ley del Trabajo prohibía a los trabajadores migrantes afiliarse a sindicatos o formarlos".
Periodistas extranjeros y activistas de los derechos humanos que han tratado de reportar estos abusos han sido encarcelados, sin mayores explicaciones. La última vez ocurrió hace tan solo diez días con dos periodistas de la BBC.
"Es simplemente inaceptable que uno de los países más ricos del mundo tenga a tantos trabajadores inmigrantes que están siendo explotados sin piedad, a los que se les roba su paga y que se quedan sin medios para sobrevivir", denunció el secretario general de Amnistía Internacional, Salil Shetty.
Hasta Visa, uno de los principales patrocinadores de FIFA, emitió recientemente un comunicado señalando: "Seguimos consternados por los informes que salen de Qatar sobre la Copa del Mundo y las condiciones de los obreros migrantes".
Consternados, pero allí siguen, alimentando el circo.
El resumen del informe de Amnistía Internacional sobre Qatar dice: 
"La población trabajadora migrante seguía sin recibir protección adecuada de la ley y padecía explotación y abusos. Las mujeres sufrían discriminación y violencia. Las autoridades restringían la libertad de expresión, y los tribunales no respetaban las normas sobre juicios justos".
Mientras todos ponen el grito en el cielo por la corrupción en la FIFA, esa es la camiseta que el modelo del fútbol lleva en su pecho.

7.5.15

¡Déjenme ser periodisto!

Tengo que admitirlo. Les pido que por favor no me tomen a mal. Al principio me costó un poco acostumbrarme a las nuevas palabras: presidenta, edila, concejala.
Le confesé mis resquemores a una amiga feminista. Le dije: antes teníamos ediles, una bella palabra unisex. Había ediles hombres y ediles mujeres. ¿Por qué ahora tenemos que decir "edilas"? ¿Tendremos también "edilos"?
Pero mi amiga, que es una mujer sabia, me explicó, con mucha paciencia:
Miembros y miembras
Miembros y miembras

"Antes, Leonardo, había muy pocas mujeres en la política. Las mujeres no ocupaban ciertos puestos. Pero a medida que comenzaron a haber mujeres en esos cargos, el lenguaje también evolucionó. Por eso ahora hay presidentas y edilas".
Luego me contó una historia como ejemplo.
"Yo voy dos veces por semana a un grupo feminista, donde durante años solo iban mujeres. Pero el mes pasado comenzó a concurrir un varón. Y la presidenta del grupo propuso crear una categoría nueva: el socio feministo. ¡El lenguaje se va adaptando a las nuevas realidades!".
Es maravilloso.
Lo he pensado mucho y mi amiga tiene razón.
Hay muchos ejemplos que la apoyan.
El ciclismo, por ejemplo, fue un deporte que en sus comienzos solo lo practicaban las mujeres. Bellas y rudas damas, de polleras tableadas, que desafiaban las rutas de la patria en sus coloridas bicicletas: por eso se dice "ciclistas" y no "ciclistos".
Lo mismo ocurre con el fútbol, deporte femenino por antonomasia, con vestuarios rebosantes de aroma a Chanel Nº5, un juego de "futbolistas".
Y esto no solo ocurrió en los deportes, sino en todo tipo de lugares donde las mujeres fueron y hasta hoy son amplia mayoría: los consultorios dentales ("dentistas"), los viajes espaciales ("astronautas") y las redacciones de prensa ("periodistas").
Claro que ahora las cosas han empezado a cambiar, paso a paso. Y así como en el club feminista de mi amiga se admitió un socio feministo, pienso que, en este momento, cuando los hombres hemos comenzado tímidamente a ganar espacios en el ciclismo, el fútbol, los consultorios dentales, los cohetes al espacio y las salas de prensa, habría que ir pensando en la posibilidad de habilitar el uso de nuevas palabras: ciclisto, futbolisto, dentisto, astronauto y periodisto.
Comprenderán que esta última es importante para mí.
Soy progresisto.
Apoyo la evolución del lenguaje inclusivo y la lengua inclusiva.
¡Estoy con las edilas, las concejalas y las miembras!
Por favor, déjenme ser periodisto.