El diálogo (Argentina,
2013) es una película sencilla, valiente y necesaria. Como anuncia el título, se
trata de una conversación entre dos personas: Graciela Fernández Meijide y
Héctor Ricardo Leis.
Son dos veteranos (al momento de la filmación ella tiene 82,
él 70) que dialogan sobre la violencia política en Argentina en los años 60 y
70. A veces charlan sobre la base de fotos y películas que ven en una
computadora. La cámara los muestra a ellos e intercala imágenes de archivo o
tomas de valor más bien simbólico.
Son dos voces autorizadas para hablar de aquellos años.
Graciela Fernández Meijide fue activista destacada en la lucha por los derechos
humanos durante la dictadura y formó parte de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas. Uno de sus hijos, Pablo, fue secuestrado y
desaparecido por fuerzas de la represión.
Leis, mientras tanto, fue militante comunista y peronista en
los 60. Tras un pasaje por la cárcel en 1973, integró la organización armada Montoneros
hasta que se exilió en Brasil en 1977. Profesor de ciencias políticas, con una
maestría en filosofía, se jubiló como docente de la Universidad Federal de
Santa Catarina.
Se nota que ambos meditaron mucho sobre su época y sus
propios actos. Ya no ven todo en blanco y negro.
“La conducción de Montoneros era muy pobre intelectualmente
y con casi ninguna capacidad para entender la realidad”, dice Leis y nos remite
a tantas guerrillas sudamericanas que se embarcaron en aventuras violentistas
creyendo –en forma equivocada- que el pueblo correría en su apoyo.
El motor de los Montoneros –continúa- “no era solo
militarismo, era aventura también, era una cosa de fascinación con la
violencia. La violencia es una droga, literalmente. La violencia seduce: ir con
un arma, tirotearse, imagino lo que será torturar, matar en gran escala con una
bomba atómica. La violencia seduce y, cuanto más se la practica, más seduce”.
Eso, dice, explica muchos actos de la guerrilla y de los
militares.
Meijide cuenta haber visto documentos de Estados Unidos
sugiriendo a los militares que llevaran a juicio a sus detenidos. Reflexiona
que si Videla y compañía hubieran hecho caso a esa sugerencia, los organismos
de derechos humanos habrían tenido dificultades para defender a gente
involucrada en hechos de sangre. Pero, inmersos en el espiral de violencia y
muerte, los militares prefirieron seguir matando, yendo incluso contra su
propia conveniencia.
Leis pone el foco en un tema que es tabú, en Uruguay
también. La responsabilidad de los jefes guerrilleros que reclutaron jóvenes y
adolescentes y los enviaron a la tortura y a la muerte. “Había un incentivo al
heroísmo que era un incentivo a la muerte, esto hay que decirlo bien”, afirma.
“Cuando alguien te manda al muere y otro te mata, ¿de quién es la
responsabilidad, decime? Es compartida”. (Una pregunta y una respuesta que el extupamaro Luis Nieto comparte en Historias tupamaras).
Leis llora cuando recuerda a chicos menores que él, a los
que intentó convencer de que dejaran Montoneros, hoy muertos o desaparecidos.
Fernández Meijide llora al recordar cómo se sentía una paria, sin derecho
alguno, cuando golpeaba puertas buscando un dato sobre su hijo Pablo,
seguramente ya asesinado.
Los dos coinciden en que nadie cuenta la verdad sobre
aquellos años. En un momento ven un discurso del presidente uruguayo José
Mujica, otro protagonista de esa época, pidiendo no trasladar a los jóvenes de
hoy “la mochila” de frustración de los viejos combatientes. Leis se muestra de acuerdo,
pero se permite agregar que falta contar muchas verdades para que eso sea
posible: “Primero tenemos que entender lo que pasó”.
Cuando termina el documental, Graciela Fernández lleva a
Leis en una silla de ruedas. Padecía una enfermedad terminal cuando se filmó la
película. Murió en setiembre de 2014. Sus palabras en El diálogo son un legado que vale oro.
Publicado en la edición de noviembre de 2014 de la revista Bla.
El diálogo.
Dirección: Pablo Racioppi y Carolina Azzi. Idea original y producción: Pablo
Avelutto.
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