31.10.14

La isla bonita

Se suele analizar lo que ocurre en Uruguay como si fuera una isla, dejando de lado una perspectiva regional. Por eso muchas veces no se lo entiende.

presidentes de Argentina, Brasil y Uruguay
Sarney, Alfonsín, Sanguinetti
Cuando Argentina y Brasil tuvieron dictaduras militares de derecha, nosotros también tuvimos una dictadura militar de derecha. Los tres países regresaron a la democracia en fechas similares y con presidentes que, aunque con matices, tenían un similar signo ideológico: Argentina con Raúl Alfonsín en diciembre de 1983, Brasil con José Sarney (ante la muerte de Tancredo Neves antes de asumir) en abril de 1985 y Uruguay con Julio M. Sanguinetti en marzo de 1985.
Luego los tres países giraron al neoliberalismo en forma casi simultánea: Carlos Menem asumió como presidente en Argentina en 1989, Fernando Collor de Mello en Brasil en 1990 y Luis Alberto Lacalle en Uruguay también en 1990.
Tras ese período, sucedió otro en el cual los presidentes no fueron exactamente iguales: en 1995 en Argentina continúa gobernando Menem mientras que en Brasil asume Fernando Henrique Cardoso, mucho más centrista que el riojano. En Uruguay regresa Sanguinetti. Pero en 1999 Argentina también se mueve hacia el centro, eligiendo la fórmula De la Rúa-Chacho Álvarez. Solo Uruguay, en este caso, marca una diferencia volviendo a apostar por un presidente liberal o neoliberal, según las definiciones: Jorge Batlle, que asume en el 2000.
Los ciclos se emparejaron muy pronto y los tres países giraron al mismo tiempo hacia la izquierda: Lula asumió como presidente de Brasil el 1 de enero de 2003, Néstor Kirchner en Argentina el 25 de mayo de 2003 y Tabaré Vázquez en Uruguay, algo retrasado, el 1 de marzo de 2005.
Es evidente que lo que pasa en Uruguay guarda mucha relación con lo que ocurre con nuestros dos grandes vecinos, de los que formamos parte en distintos momentos de nuestra historia, antes de terminar siendo un país independiente. La relación es clara y continua. Hay una clave regional para entender nuestra política.
Es curioso -y muy empobrecedor para el debate y el entendimiento- que la prensa, el público y los propios dirigentes de los partidos presten tan poca atención a lo que ocurre en países que nos influyen y explican tanto.
Analizar el Uruguay como una isla no ayuda a comprenderlo.

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