3.1.13

Caminante entre lobos y caranchos


Tengo que hacer ejercicio todos los días, sin excepciones. Así me lo exige el médico. Van tres años y espero que sean unos cuantos más. Tres veces por la semana juego al básquetbol. Los otros cuatro, camino cuarenta minutos. Rápido.
Siempre que puedo, la caminata la hago por la playa de Lagomar. En estos tres años, lo he hecho de mañana, de tarde y de noche. Hacia el este y hacia el oeste. Con short, remera y protector solar; y con tres buzos, campera y dos bufandas. A veces, en invierno, cuando el viento arrecia o llueve con fuerza, no me cruzo con ninguna otra persona en los cuarenta minutos de marcha.
He aprendido a reconocer a los de mi tribu: están allí en esos días en los que nadie más baja a la playa. Casi todos tienen entre 40 y 50 y pico, caminan más rápido que lo normal, la mirada fija, concentrada, perdida. No llevan radio ni mp3. Eligen las horas menos concurridas, porque el médico les prohíbe detenerse a saludar gente: la caminata debe ser continua, sin paradas. De lo contrario, no sirve.
En invierno pisamos la mugre. La Intendencia –ahora “comuna canaria”- considera que no es menester limpiar la playa fuera de temporada. Uno camina entre miles de envases, bolsas de nylon, botellas de vidrio y de plástico, envoltorios diversos, preservativos, jeringas, juguetes rotos, esqueletos de pescados y gallinas muertas dejadas por los umbandistas.
De vez en cuando aparecen los objetos más insólitos, como un viejo sofá que alguien abandonó en la playa y allí estuvo pudriéndose durante semanas.
Hace unos meses hubo una verdadera invasión de unas botellas de plástico de medio litro con una etiqueta escrita en chino, japonés o coreano. Parecían ser de agua mineral, pero no puedo estar seguro. Eran de un plástico mucho más delgado que el que se usa aquí. Estaban tapadas pero sin líquido dentro, como si hubieran perdido su contenido por arte de magia. Aparecieron por cientos durante una semana, después nunca más.
Lagomar es la quintaescencia del estuario. Las aguas dulces y saladas están siempre mezclándose. En la reseca que deja la marea se unen huevos de caracol oceánico (mucha gente cree en forma equivocada que son huevos de tortuga) con camalotes de agua dulce, que vienen desde el Uruguay o el Paraná.
Playa, pescado
Foto: Eduardo Irazabal.
Cuando la salinidad cambia de golpe, la costa se llena de peces condenados. He visto la playa llena de dorados muertos o a punto de morir. Más de una vez recogí un pez todavía vivo y lo devolví al mar, pero es inútil. Si el agua es muy dulce o muy salada para el código de su especie, la suerte del pobre animal está echada.
Un pescador me dijo que si se captura al pez mientras todavía está vivo, se lo puede comer. Pero nadie aprovecha. Quizás debería informarse que está ocurriendo un cambio de salinidad, sin duda algo más importante que la última novedad de Show Match. Pero los medios están con Tinelli, no con la costa.
Los cadáveres de los dorados o los bagres, que en ocasiones llegan a ser miles y miles, cubren luego la playa entera. Las gaviotas no pueden comer tanto. Al cabo de una semana, el hedor comienza a sentirse. La Comuna canaria no se entera. Para la autoridad, la playa no existe en invierno.
El hedor es peor cuando aparece un lobo de mar muerto. De un tiempo a esta parte, los cadáveres de lobos de mar son algo cada vez más frecuente. Después del último ciclón, aparecieron al menos cuatro. Los rumores dicen que los matan los pescadores, pero no sé si es cierto.
Así como los lobos, en la orilla he visto pudrirse muchos cuerpos de animales: pingüinos que perdieron el rumbo; tortugas marinas grandes como un abrazo; delicadas franciscanas, el esquivo y bello delfín del Plata.
Pero la costa es también el espectáculo de la vida. Una vez me topé con un lobito que parecía muerto, pero solo dormía. En los pastizales que separan la playa de la avenida, vi correr una liebre, sorprendí a una pareja de tucu tucus asomándose desde su mundo subterráneo, descubrí apereás que todavía habitan un pequeño bañado.
Además, desde hace un tiempo es cada vez más habitual la presencia de aves rapaces. Este invierno, tres o cuatro veces, me topé con enormes caranchos, solitarios o en pareja, posados en la orilla misma, comiendo pescado. También son frecuentes los gavilanes. ¿Estas especies están colonizando la playa? Me gustaría tener una respuesta.
Muchas veces me digo que voy a averiguar qué hay detrás del misterio de las botellitas chinas, la sobreabundancia de lobos muertos, la invasión de aves rapaces. Pero no lo hago: las obligaciones del trabajo diario me llevan a otras investigaciones. En la playa apenas soy un caminante, testigo si se quiere, pero no periodista.
Haría falta alguien que de verdad investigara lo que ocurre en ese lugar que no existe para las autoridades durante nueve meses al año.
Es lo mismo que pasa con el resto de las cosas. Hoy hay muchos –políticos, sociólogos, filósofos, expertos en nuevas tecnologías, teóricos de la comunicación, incluso periodistas- que creen que ya no se necesita al periodismo. Que basta con internet, los blogs, las redes sociales. Que cada uno tiene su propio espacio en el nuevo mundo híper conectado. Que todos pueden hacer sonar su propia voz. Que ya no se necesitan intermediarios, cuenteros profesionales.
Pero las personas en las redes sociales son lo mismo que yo en la playa: somos testigos, podemos contar lo que vemos, pero no podemos explicarlo.
Para explicar qué son esas miles de botellitas chinas, si hay algo raro detrás de todos esos lobos que aparecen muertos, por qué hay caranchos comiendo a cien metros de la rambla, se necesita que alguien se dedique a preguntar, a reunir las piezas del rompecabezas, a investigar. Un periodista, no un caminante.
Cuando la curiosa alianza entre las fuerzas de la tecnología y del antiperiodismo haya completado su obra, el peligro será que toda la sociedad sea lo mismo que la costa por donde camino. Un lugar que solo existe cuando las autoridades quieren que exista. Un enorme e inexplicable misterio.

Publicado en el semanario Brecha, en la edición del 28 de diciembre de 2012.
el.informante.blog@gmail.com
 
 
 
 
 
 

8 comentarios:

  1. Muy bueno. Me hace acordar mucho a la diferencia entre turista y viajero.

    ResponderEliminar
  2. mirá http://idioteche.blogspot.com/2012/07/phillip-y-la-tortuga.html solymar :)

    a ver. vivo en ciudad de la costa (solymar) y hago los mismos paseos que vos por la costa durante varias horas, sobre todo en invierno. en general veo lo que vos ves,de todos modos hay una cosa con la que discrepo y es algo en general, que me pasa con buena parte de mis buenos vecinos.
    cuando la gente de ciudad de la costa se queja de vivir en un lugar lleno de pozos, que lo basurales, que el árbol lleva un mes caído y tantas otras quejas citadinas llevadas a la playa, yo me digo "alguien te obligó a mudarte?". o sea, nos mudamos a una parte del país que no está urbanizada, que tuvo que acoger gente por la fuerza, clase medio, medio alta por lo gral que se escapó de la "urbe" (que no es tal cosa, apenas es una ciudad chiquita superpoblada...).
    todo eso dicho con el cariño que tengo por mi ciudad, mi pueblo; pero entendiendo que, me parece, tenemos que tener sentido común para quejarnos, no ir al bulto ni reclamar los baches de ciudad de la costa como si fueran el gran drama de canelones, no seamos facilistas, vivimos en una ciudad con problemas urbanos justamente porque no se trata de un lugar pensado para vivir, nosotros lo invadimos de vivos, de acaparadores, y las inmobiliarias se aprovecharon y vendieron casi hasta la árena del lugar.
    nada
    me gustaría que se reflexione un poco sobre eso
    no ir a a la fácil de "pago mis impuestos" o lo que es peor, quejarse por nada más que un tema político. he visto gente que se quejaba de los colorados porque votaba al FA y ahora están calladios en sus tatuceras mentales pq no se animan a hablar mal del FA, que es tan mierda para esto como lo fueron los demás, porque a fin de cuentas, son políticos y no gente de a pie.

    ResponderEliminar
  3. Compartimos el mismo río

    APG es fondista y “padece” visión periférica declarada. Las comillas refieren a que siempre se negó a realizar los ejercicios ortópticos correctivos para esta patología, no porque le causara gracia el término sino porque no quería curarse: ella pretendía seguir viendo -y pensando- al mundo periféricamente, es decir, con una amplitud angular de 180°, sin mirar fijamente a nada y siendo capaz de verlo todo; como Federer, Messi, Bruce Lee o Guardiola.
    Ser fondista en estas condiciones es un deporte de riesgo (por los continuos tropiezos) y una aventura diaria en la que se encuentran todo tipo de objetos durante el recorrido. El más común es la pelotita de golf, de la que APG llegó a acumular doscientas veintiocho y que vendió al chino del almacén naturista, a un peso con ochenta cada una, para que arriesgase en sus prácticas de principiante.
    Salir a fondear es salir de viaje a descubrir lo que pocos pueden ver. Siempre se vuelve con algo: un objeto, una historia. Hoy, por ejemplo, encontró un muerto. http://wp.me/Pm2kM-14b

    Saludos desde Baires,
    APG

    ResponderEliminar
  4. Interesante perspectiva que desnuda una realidad: el fin del intermediario. Se quiera o no, en diferentes ámbitos se presencia el intento, consciente o no ,de llegar al consumidor en forma directa. La evolución, velocidad y abaratamiento de la tecnología de comunicación, permiten llegar al consumidor final en forma directa y personal. Políticos, artistas, religiosos, deportistas, llegan a tu casa y se te meten en la cabeza y debajo de la piel. Y los dejas entrar porque sientes curiosidad y admiración. Te parece que tal o cual se bajaron de la luna y toman mate contigo. Es que somos un poquito vanidosos. Y si Fulano me habla por el Twiter, me siento amigo de Fulano. Es más: puedo decir tranquilamente en el barrio que Fulano es mi amigo. Aunque Fulano ni se entere ni le importes tú. Es el precio que pagamos por la inmediatez. El privilegio de la inmediatez frente a la necesidad de la reflexión. Para qué reflexionar? No hay tiempo. La noticia vale por instantánea y no por sustancial. Y dura lo que un lirio. No hay decantación ni maduración. Es una ráfaga que dejó una sensación buena o mala. No importa el signo. Lo que importa es el pasaje veloz a través de las orejas o los ojos (ni siquiera oídos y vista). Nuestra prensa y nuestro Presidente son un buen ejemplo de sinergia nefasta de la información. El Presidente habla de Pluna, de la violencia y las cárceles, de la marihuana, del aborto, del precio de la papa y del asado, del Mercosur, del calentamiento global, de Lucía y de la perrita de la chacra. Y la prensa es como un eco que repite como un loro, sin el menor análisis: porque a nadie le interesa el análisis. Las herramientas tecnológicas son poderosas: nadie resiste una explicación, un análisis, un pequeño ensayo. El poderoso control remoto cerebral borra cualquier intento. Te cambian de canal, o de sitio web, o te bloquean. Te bloquean porque no pueden comprender que cosas dices, tú, estás loco, yo no te pedí explicaciones y tú me las das, vuela fuera de mi camino, ser molesto. Se escudan en la falta de tiempo. Cuando sabemos que es mentira. Sucede que llenan el tiempo con humo que les provoca lágrimas que les impiden ver. Leonardo, yo disfruté de tu artículo. Esa imagen del hombre que camina por playas desoladas entre restos de civilización para mantener la salud, tiene más poesía que la que tú te puedes imaginar. Abrazo de Juan Irigoyen. @irigoyen_juan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Con la sincera intención de felicitarte Leonardo por tu bello y oportuno artículo "Caminante entre lobos y caranchos",llego a leer esta brillante respuesta y quiero felicitar también al autor "Anónimo"de esta respuesta que hallo de enorme pertinencia.Aun siendo un analgésico de corta duración,es bueno saber que quedan seres humanos con sensibilidades afines con uso de razòn en medio de la sinrazón.Saludos de Galego Manuel.

      Eliminar
  5. Muy lindo y triste a la vez...

    ResponderEliminar
  6. Muy bueno tu artículo estimado Leonardo, simplemente como bichólogo, el pez finado que ilustra el artículo es un cíclido, de la misma familia que las castañetas, llamado vulgarmente San Pedro o Topete, es un buen habitante declos acuarios porque por el contrario a sus primas las castañetas, y si se pone desde chico, convive pacíficamente con los otros peces, muy dificilmente puede aparecer en la costa porque es un pez de cañadas y lagunas, salvo alguna muy importante inundación que la enchorrada lo haya llevado.
    Por

    ResponderEliminar
  7. Por otra parte no son extraños los lobos, porque hay una pequeña coo
    lonia de lobitos, frente a Punta Carreta.
    En lo que se refiere a los caranchos ellos son aves de rapiña al igual que las gaviotas en general.
    Las gaviotas llamadas cocineras, las más comunes al igual quevlos gavioti es de cabecita negra, se han domesticado y van a alimentarse a los volcaderos de basura que están al norte de Camino Carrasco en Montevideo y por la mañana se ven ir presurosas y en bsndadas muy numerosas hacia su merendero. Caranchos nunca vi por la zona, probablemente vayan como barrenderos a la resaca porque las gaviotas cambiaron de lugar ee alimrntación.
    De rapiña han aparecido aves de rspiña de mayor porte porque se las cria y se las protege en la zona del aeropuerto para evitar las bandadas de pájaros que han hecho caer más de un avión al ser chupadas por las turbinas.

    ResponderEliminar