Qué suerte. Soy rico. No tengo preocupaciones: al trabajo vengo caminando, desnudo, descalzo, el pelo me llega hasta la cintura.
Ese soy yo según los inapelables veredictos del ministro Danilo Astori y su brillante elenco de colaboradores.
Como soy rico, van a subir los impuestos que pago. El ministro Astori dice que el impuesto se llama impuesto a la renta. En el diccionario, renta es utilidad, beneficio, ganancia. Es lo que a uno le queda luego de gastar lo que necesita invertir para que su trabajo exista.
El impuesto a la renta del ministro Astori se cobrará sobre los ingresos líquidos. Es decir, se supone entonces que el trabajo que uno realiza no requiere de ningún gasto. Que al diario vengo caminando. Que no necesito ropa, ando desnudo. Que no preciso zapatos, trabajo descalzo.
En cuanto al periodismo, el ministro Astori ha logrado una verdadera revolución: a partir de sus dictámenes los periodistas no usaremos ningún tipo de locomoción ni de vestimenta. No iremos a la peluquería. No estudiaremos nada. No compraremos libros ni revistas. No tendremos computadora en casa, grabador tampoco. No usaremos papel ni biromes. Andaremos desnudos, corriendo literalmente tras la noticia. Para recordar los datos que tenemos, usaremos la memoria. Y para contárselo a alguien, emplearemos el tradicional método del boca a boca en el barrio. Ojalá mis vecinos no me confundan con un vulgar desnudista.
Por supuesto, debo agradecer que tengo trabajo, porque de lo contrario me iría peor. Los desempleados no le interesan al actual gobierno. Es raro en un gobierno supuestamente de izquierda. Pero ya lo ha dictaminado el ministro Astori: su impuesto "a la renta" se cobrará a cada trabajador o jubilado según sus ingresos. La gente del Ministerio de Economía y Finanzas no puede detenerse a considerar nimiedades. Si uno gana 20.000 pesos y vive solo pagará lo mismo que si gana 20.000 pesos, está casado con una persona sin trabajo y mantiene a tres hijos jóvenes que no consiguen empleo. Y si los que viven con ese sueldo de 20.000 pesos son diez, también pagará lo mismo.
Supongo que esa es la justicia distributiva de la que el Frente Amplio viene hablando desde hace 30 años.
Muchos han criticado la reforma tributaria, incluso dentro del gobierno. Tras las primeras críticas, se aceptó que cada trabajador pueda descontar 1.000 pesos por los gastos de salud de cada hijo menor de 18 (¡aunque sólo una cuota mutual ya cuesta más que eso!). Después de eso, la mayor parte de los cambios no fueron aceptados. A cada argumento, Astori y su elenco responden: puede que tengan razón, pero no se puede. Que se permitan deducir otros gastos: no es posible. Que se consideren las familias y no los individuos: ahora no se puede. Que no se grave más al trabajo que al capital: imposible. En el Uruguay fundido de hoy, Astori decide qué es posible y qué no, igual que antes lo hicieron Alfie, Bensión y De Posadas.
Hace unas semanas, en una conferencia, el dueño de la imprenta Vanni, se acercó a Astori y le dio una carpeta. Le pidió que estudiara su caso. El ministro se molestó y, cuando se fue, ni siquiera se llevó la carpeta: la dejó ostensiblemente sobre la mesa, para que todos lo vieran. Más allá de la opinión que se tenga de Vanni, creo que ni siquiera De Posadas habría llegado a tanto.
¿Qué prueba más contundente de soberbia puede haber que modificar por propia voluntad el nombre a las cosas? No estamos ante un impuesto "a la renta", como se ha logrado que el periodismo repita. Es tan solo un impuesto a los ingresos, una variación del impuesto a los sueldos, ése que tanto criticó el Frente Amplio.
Cuando el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada quiso instaurar un impuesto a los sueldos en Bolivia en 2003, los bolivianos salieron a la calle e incendiaron La Paz. La represión dejó 81 muertos. El presidente tuvo que renunciar y escapar. Acá el ministro Astori conserva un índice de aprobación del 60%.
Los uruguayos somos así. Pacíficos, razonables, muy comprensivos.
¿En los diez años de gobierno colorado el Banco Hipotecario gastó 30 millones de dólares en publicidad oficial? No importa.
¿Los profesores faltan todos los días al liceo de nuestros hijos? ¿Los estudiantes terminan el liceo sin ni siquiera saber escribir en castellano? No pasa nada.
¿Los gobiernos incumplen sus promesas electorales? ¿Otra vez suben las tarifas públicas? ¿El secretario de la Presidencia defiende a los acusados de estafar al Estado? No hay problema.
Por suerte todavía quedan algunos uruguayos rebeldes. Uruguayos que se sublevan ante la injusticia. En la página 11 de esta edición viene un buen ejemplo: la rebelión de los ciudadanos de Colonia. En los últimos días han existido encendidas manifestaciones de protesta en Colonia, en Carmelo, en Juan Lacaze y en Nueva Palmira. Le han hecho piquetes al intendente Walter Zimmer. Le han hecho escraches frente a su casa. Le han rayado las paredes de su domicilio. Han insultado a su mujer y a sus hijos. Todo porque los rebeldes de Colonia... se oponen al uso del casco cuando van en moto.
Los argumentos que esgrimen los colonienses son muy poderosos. Que el casco da calor. Que es incómodo. Que hay que sacárselo y ponérselo varias veces al día. Que sale caro. Que el decreto del intendente no fue discutido por el conjunto de la ciudadanía.
Es tal el furor anti casco que el director departamental de Salud tuvo que escribir un artículo en el periódico El Eco recordando un dato que se estaba pasando por alto en el debate: "Estamos protegiendo la cabeza. Dentro están las meninges y el cerebro. Si se dañan aparece la muerte o se instala la parálisis sin vueltas".
Yo creo que hay muchas meninges y cerebros que ya están irremediablemente dañados en el territorio de la República. Por eso se ha instalado la parálisis sin vueltas desde hace años.
Unos días atrás, Eduardo Zaidensztat advirtió que corríamos el riesgo de volvernos una república bananera. Muchos pusieron el grito en el cielo, pero, pensándolo bien, república somos y bananas tenemos de sobra. 0
Publicado por Leonardo Haberkorn el 3 de junio de 2006 en el suplemento Qué Pasa del diario El País, que por entonces dirigía.