Había leído en internet un par de artículos que sostienen que detrás de la campaña mundial en favor de la despenalización del consumo de marihuana se halla el interés de la poderosa multinacional Monsanto. Según esos informes, esta empresa multinacional, productora de la semilla de soja transgénica que ha modificado la economía, el paisaje y la ecología de todo el Río de la Plata con efectos ambientales muy polémicos, estaría ahora interesada en patentar una marihuana transgénica, solo cultivable a través de su semilla, y quedarse así con otro millonario negocio, lo mismo que la soja.
Pensé que se trataba de otra teoría conspirativa de las que abundan en internet, hasta que noté la siguiente cadena de sucesos.
Comenzó a emitirse en la televisión uruguaya una costosa campaña en favor de la legalización del cultivo de la marihuana. Cada aviso lleva la firma de la ONG "Regulación Responsable". Este es uno, pero hay otros:
La magnitud de la campaña llevó a que muchos se preguntaran quién la financia. El periodista Daniel Castro se lo consultó al abogado Leonardo Costa, exprosecretario de la Presidencia durante el gobierno de Jorge Batlle y expresidente de la Junta Nacional de Drogas, uno de los adherentes a Regulación Responsable. Costa respondió apenas que los avisos se solventaban con ciertos dineros provenientes del Uruguay y otros del extranjero (es la última pregunta de la entrevista).
Sin embargo, en el programa
Entrelíneas del canal 20 del cable TCC, el periodista Daniel Rodríguez, citando fuentes de Regulación Responsable, fue mucho más concreto y señaló que la publicidad televisiva, cuyo costo estimó en 100.000 dólares, se solventa con fondos de fundaciones del exterior "que están interesadas en el tema regulacion" y ellas son, dijo, la Drug Policy Alliance y la Open Society Fundation (vean a partir del minuto 4:35).
El video del programa fue luego subido a la página de Facebook de Regulación Responsable, sin enmiendas, apoyando en forma tácita los datos difundidos por el periodista. Fuentes de la ONG han señalado, tal como dio a entender Leonardo Costa, que la campaña tiene también otras fuentes de financiamiento, pero confirman la participación de Open Society y la DPA..
Tal como consta en página web de la Open Society Foundation, su f
undador y jefe es el multimillonario George Soros. También hay múltiples referencias del apoyo de Soros a la Drug Policy Alliance.
Hasta allí nada demasiado raro. Pero todo comienza a complicar cuando uno repara en que Soros también es
accionista de Monsanto, la multinacional de la soja transgénica, el glifosato y que, algunos dicen, está desesperada por patentar la marihuana transgénica.
A su vez, hay que considerar el proceso que hizo la ley de la marihuana. Se comenzó discutiendo una ley de "autocultivo" o, mejor dicho, cultivo personal. Diputados oficialistas y opositores trabajaron duro para acordar como zanjar la actual contradicción legal: fumar marihuana no es delito, pero cultivarla y comprarla sí. ¿Y entonces cómo puede uno consumirla?
Luego se pasó a una idea más radical: el cultivo personal cayó a un segundo plano, porque el Estado, anunció el presidente Mujica, produciría marihuana en forma masiva.
Pero la ley que ahora se apresta a ser aprobada cambia otra vez las cosas: aunque la opción del cultivo personal se mantiene, el grueso de la producción lo realizarán empresas privadas.
En resumen: en un país cuya principal exportación hoy es la
soja transgénica de Monsanto y donde este cultivo se ha expandido pasando por arriba muchas normas ambientales (protección del agua, del monte indígena, de la población vecina a los cultivos, etc.), la televisión emite hoy una campaña financiada con dinero de una fundación que dirige uno de los dueños de Monsanto, para habilitar una ley que, entre otros efectos, hace que los privados se encarguen del nuevo negocio de la marihuana (que algunos paranoicos creen que puede llegar a ser muy parecido al de la soja de Monsanto).
Soros, además, es un personaje difícil de definir. Es sin duda un especulador financiero. En 1992 usó su fortuna para doblegar al mismísimo Banco de Inglaterra: entonces vendió de golpe 10.000 millones de libras lo que llevó a los ingleses a devaluar su moneda. Se dice que ese día muchos se empobrecieron y Soros ganó 1.000 millones de dólares. Es también conocido como filántropo y algunas de sus posiciones políticas están incluso más a la izquierda que las del "progresismo" actual: reclama más impuestos a los ricos, tasas elevadas a las ganancias de la minería, etc. Su fundación Open Society hace muchas cosas buenas en el mundo. Una fuente en la que confío y que viaja por todo el continente, me contó como el dinero de Open Society sirve para organizar a los campesinos de Guatemala para que puedan enfrentar los abusos históricos de los terratenientes. El curriculum de Monsanto, en cambio, es mucho más cuestionable. Basta recordar que antes del glifosato fabricó el tenebroso Agente Naranja usado por Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
El problema es que hay dos Soros, el que dirige Open Society y el que invierte en Monsanto. Él mismo ha dicho: "Como actor del mercado, intento maximizar mis beneficios. Como ciudadano, me preocupan los valores sociales, la paz, la justicia, la libertad".
Ahora Soros, a través de Open Society, entró a la arena política uruguaya (si es que no había entrado antes). Hubiera sido mejor que no lo hiciera en secreto, con tanto misterio. Por lo menos ahora sabemos que está entre nosotros. El problema es determinar cuál Soros es. ¿El ciudadano o el actor de mercado?
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