La historia la descubrí durante la investigación que hice en 2010 para el libro El dulce de leche, una historia uruguaya. Fue en 1956 cuando Antonio Ibaldi fundó una empresa lechera, que pocos meses después se transformó en la cooperativa Calcar.
Ibaldi fabricó dulce de leche desde el primer dia. En el afán por lograr un producto de alta calidad, el empresario recurrió a Perrini, dueño de una heladería de Carmelo reconocida por su exquisito helado de dulce de leche. El italiano fabricaba él mismo su propio dulce de leche para hacer sus helados, y era un manjar.
Un veterano empleado de Calcar, Atilio Aquino, me declaró:
"Ibaldi le pidió a Perrini, que era su amigo, que le ayudara fabricando el famoso dulce de leche en una paila de 100 litros. Perrini accedió y comenzó a fabricarlo y, a su vez, a enseñarle a algún funcionario".
Llamé a la heladería, que todavía hoy existe, para completar la historia. Hablé con Ítalo, uno de los hijos de Atilio Perrini, quien me confirmó algunos datos y me informó que Atilio, su padre, ya había fallecido.
No volví a oír hablar de los Perrini hasta que el apellido comenzó a aparecer en la prensa por un motivo mucho más amargo: la Justicia estaba estudiando el caso de otro de los Perrini, Aldo, quien había muerto durante la dictadura en un cuartel de Carmelo.
Ahora sé que Aldo era el hermano de Ítalo, hijo de Atilio, y que como todos los Perrini trabajó desde chico en la heladería. Tenía 34 años cuando fue detenido por militares en 1974. Era padre de tres hijos que tenían entre uno y seis años. No tenía una militancia política activa, apenas si había votado al Frente Amplio en la elección de 1971.
En el cuartel lo torturaron con saña. Otros detenidos que pasaron por lo mismo y sobrevivieron recuerdan que Perrini gritaba desesperado: "¡Helados, helados!". Incluso agonizando siguió hablando de vender helados.
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Aldo Perrini: heladero. |
Los hijos de Aldo Perrini, los nietos de Atilio, tampoco son militantes. Han seguido más vinculados a los helados que a la política. Pero el menor de ellos, Piero, un día decidió averiguar qué había pasado con su padre. Según declaró a Montevideo.com su papá no se privaba de hacer comentarios políticos cuando atendía en la heladería. Por eso lo denunciaron. En la pequeña Carmelo unas 200 personas se dedicaron en aquellos días de 1974 a denunciar a otros vecinos "sospechosos" ante los militares. Contó Piero: "A una mujer tuvieron que pedirle del cuartel que no llamara más".
Gente anónima que nunca pasará por un juzgado. Culpas de muchos otros demonios que nadie quiere admitir. Y una persona que murió por comentar algo mientras le alcanzaba a un vecino un helado de dulce de leche.