Hoy todo es polémica entre el gobierno y la oposición. Y, sin embargo, estos dichos del diputado Aníbal Pereyra pasaron desapercibidos.
Pereyra es uno de los legisladores del MPP, el grupo político orientado y liderado por el presidente José Mujica. También integra la dirección del MLN-Tupamaros. Es representante nacional por el departamento de Rocha. Tiene 46 años.
Diputado Aníbal Pereyra |
“Una de las fortalezas más grandes que tiene Uruguay para el turismo es la seguridad. Aunque así como hay gente que viene a hacer la temporada de verano, hay delincuentes que van a hacer la changa. Hoy hay lugares tan alejados de los centros urbanos que si no tienen criterios de seguridad algún día los van a afanar. Si se ostenta determinada cosa, algún día los que andan en la vuelta lo pueden robar y de eso hay gente que no se da cuenta”.
Pereyra se refería a algunos robos en el este del país, en zonas al parecer muy apartadas. Reclamaba que quienes residen en esos parajes tomen medidas de seguridad para no ser desvalijados.
Pero eso no es lo insólito. Lo asombroso es que afirme que “hay delincuentes que van a hacer la changa”. Y lo pasmoso es que nadie diga nada.
Hacer una changa en Uruguay es hacer un trabajo menor, pequeño, informal. El que vive de changas seguramente no tiene una gran preparación, quizás no le guste tener un empleo formal, puede que no sea muy laborioso, que sea un poco vago, perezoso, que rehúya las responsabilidades. Puede ser, o quizás no sea nada de eso. Pero lo que es seguro es que quien vive de hacer changas es una persona decente. Hacer changas no es andar robando. El que vive de changas no es un ladrón. Los delincuentes, diputado Pereyra, no hacen changas.
La declaración del legislador es una prueba más de hasta qué punto vivimos en una sociedad que no condena al delito, que lo legitima.
Robar es como trabajar para el diputado Pereyra. Y no solo para él.
Antes la explicación era que había tanto delito porque había mucha pobreza. Pero la pobreza cayó y el delito no. Antes faltaban ayudas sociales. Ahora se vuelcan millones, pero los delincuentes no se enteran.
El problema está en otro lado.
Es un problema cultural, de discurso, está en las palabras. Y no cambiará mientras robar sea tan legítimo como changar o trabajar.