29.12.01

Gracias, Argentina

Gracias Argentina, esa debería ser la frase del año. Gracias Argentina por recordarle a nuestros políticos que su primer deber es servir al pueblo. Gracias por mostrarnos cómo termina un país cuando los intereses partidarios, corporativos e individuales siempre se anteponen al bien común y al sentido común. Gracias Argentina por corroborar que la política no puede ser entregada a los economistas. Gracias por hacernos recordar que los economistas -los mejores- apenas si logran lidiar con el abc de su imperfecta ciencia.

Gracias Argentina por recordarle a los economistas que llegan a ministros que no deben ser soberbios, ni posar de regios, ni de duros, ni de simpáticos cuando casi el 20% del pueblo no tiene trabajo.

Gracias Argentina por recordarnos que el desempleo no es sólo un número que el ministro de Economía dice al pasar, mientras los mozos sirven whisky en su almuerzo con los empresarios. Gracias por recordarle a nuestros gobernantes que el desempleo degrada al ciudadano honesto.

Gracias Argentina por advertirle a nuestros gobernantes que un ciudadano honesto también pierde la paciencia.

Gracias Argentina por recordarnos que no es gracioso que haya un malabarista en cada esquina. Y peor, un niño malabarista.

Gracias Argentina por indicarnos qué pasa cuando todo el pueblo debe ajustarse el cinturón... todos menos la clase política. Gracias por hacernos ver que no está bien que el trabajador sufra y el intendente vaya en un auto de 65.000 dólares. Y el hijo del diputado tenga un contrato de obra por 4.000 dólares mensuales. Y también la hija, el hermano, la esposa y la amante, por supuesto.

Gracias Argentina por documentar en qué termina un país cuando los ciudadanos valen según el apellido y los contactos que tienen y no según sus méritos y virtudes.

Gracias Argentina por enseñarnos qué puede pasar si todo lo que produce un país termina siempre en las mismas manos.

Gracias Argentina por hacerle ver al Estado uruguayo que debe gastar nuestro dinero más racionalmente. Gracias por mostrarnos que un país empobrecido no puede sobrevivir sin fijar prioridades. (Con casi el 50% de los niños en situación de pobreza, ¿no se le cae la cara de vergüenza al arzobispo cuando reclama, una y otra vez, que el fundido Estado uruguayo subsidie sus escuelas religiosas?).

Gracias Argentina por hacernos ver que quizá no sea tan mala idea gravar los sueldos de privilegio del Estado o eliminar una Cámara (como propone el vicepresidente y todos miran para otro lado), o reducir el número de intendencias o achicar el servicio exterior o adecuar las fuerzas armadas. O todo junto.

Gracias Argentina por mostrarnos que el achique de gastos del Estado no puede pasar por degradar el sistema educativo.

Gracias Argentina por avisarnos que algo va a terminar mal cuando la música que escuchamos es la balada del travesti, el rock de los pibes chorros o la cumbia del orto. Gracias Argentina por remarcarnos que algo no anda bien cuando una persona que dice defender los derechos humanos celebra el terrorismo y la muerte de miles de inocentes. Gracias Argentina por instruirnos respecto a qué pasa en un país cuando el Poder Judicial deja de ser independiente. O cuando deja de ser creíble. Gracias por exhibir qué pasa cuando la Justicia es dura con el ciudadano común (y hasta con el futbolista) pero es débil y miope con el político y sus amigos (aun cuando sus delitos estén registrados en una foto o en una cinta grabada).

Gracias Argentina por mostrarnos en qué termina una sociedad cuyo máximo valor es la viveza criolla.

Gracias Argentina por enseñarnos que algo va a terminar mal cuando por un punto de rating se puede poner todo en juego. Gracias por mostrarnos cómo termina un pueblo cuando cree que lo que pasa en la televisión es más importante que la realidad.

Gracias Argentina por recordarnos que un presidente no puede ser vendido como un refresco. Gracias por recordarnos que la publicidad miente.

Gracias Argentina por mostrarnos que los presidentes no valen por lo que dicen, sino por lo que hacen. Gracias Argentina por aclararnos lo que valen las bendiciones del FMI.

Gracias Argentina por mostrarnos qué inútil y qué patético es ser más "casablanquista" que la Casa Blanca.

Gracias Argentina por mostrarnos lo que sufren los pueblos sin memoria.

Gracias Argentina, porque gracias a tus fracasos siempre podemos justificar los nuestros. Gracias Argentina, porque gracias a tí Uruguay no está sólo en el selecto y humillante grupo de países que un día fueron ricos y hoy son pobres.

Gracias Argentina por habernos regalado el puntito que nos llevó --de la forma más ignominiosa posible-- a la Copa del Mundo.

Gracias Argentina por ser el único país del mundo que todavía nos toma en cuenta. Gracias por perdonarnos siempre nuestra crónica envidia de provincia.

Gracias Argentina por mostrarnos que en medio del caos, la miseria y la corrupción, se puede hacer buena música, buen cine (buen cine de verdad), buenos diarios y se puede jugar brillantemente al fútbol. Gracias por demostrarnos que se puede clasificar al Mundial sin pagar patotas que vayan al aeropuerto y sin implorar piedad a los rivales: apenas jugando.

Gracias por mostrarnos que todas estas maravillas saben amargo cuando no hay comida ni trabajo.

Gracias por hacernos acordar que los pueblos construyen su propio destino. Gracias por hacernos ver que el nuestro está en nuestras manos, aunque no nos demos cuenta, porque estamos muy ocupados mirando un rato Gran Hermano y otro rato el programa de Tinelli.

 

Publicada en el suplemento Qué Pasa del diario El País el 29 de diciembre de 2001.